Indigencia: Una vida que nadie quiere...
Esta vista es común en el centro de la ciudad capital. La indigencia también se ve en la juventud. Foto archivo
Carlos Estrada
Crítica en Línea
Muchas veces somos de la tendencia a quejarnos de todo cuanto nos pasa, olvidando que en esta vida siempre habrán personas a las que el destino está tratando con la punta del pie. Es lamentable que en nuestras calles, en donde nuestros gobernantes se jactan de trabajar por el desarrollo, existan seres humanos que tienen que vivir entre la basura, la indiferencia y la crueldad humana. Tal es el caso de los hombres, mujeres y hasta niños, que de alguna manera tienen que hacerse de un lugar donde poder pasar el peligro y la frialdad de las noches. La mayoría de estas personas son el producto de las consecuencias de los flagelos sociales que sólo pueden conducirnos a la cárcel, al manicomio o al cementerio. Como sociedad cristiana no podemos seguir soportando que este problema siga siendo parte de nuestro diario vivir. Una de las acciones dignas de aplaudir es el programa de reubicación de los indigentes de la ciudad, que familiares irresponsables decidieron sumergir en el olvido. Causa dolor que personas como nosotros les haya tocado vivir una vida de sufrimiento y amarga supervivencia. Muchos de ellos son rechazados por una sociedad que ha decidido apartarlos, precisamente por su condición pepenadora. Debajo de los puentes es el sitio donde pobremente, a punta de cartón y retazos de tela, han levantado lo que ellos consideran su hogar. Es el caso de Marcos, a quien decidimos llamarlo así debido a que ni el mismo podía recordar su nombre. Nos precisó que allí donde se aloja no tiene que pagar casa, ni luz, ni agua y mucho menos tiene a nadie a quien rendirle explicaciones de lo que hace o deja de hacer. Dice que en más de una ocasión lo han llevado a centros de apoyo para indigentes, pero que su decisión es la de seguir en el lugar donde se encuentra actualmente. Marcos nos aseguró que su condición de pobreza no lo ha llevado en ningún momento a convertirse en un delincuente. Aseguró que come los días que las circunstancias le permiten hacerlo, así mismo señaló que no está acostumbrado a pedir limosna y que se sostiene por la actividad de reciclar latas y papel. Aunque se resigna con lo que tiene, no le recomienda a nadie que siga sus pasos. A pesar del trabajo que desarrolla la Alcaldía de Panamá, vemos cómo en cada esquina encontramos a estos individuos, los cuales necesitan de nuestra solidaridad y no de nuestra limosna ni de nuestra lástima. Lo medular del asunto es que la actividad sea en beneficio del rescate de la dignidad de estos panameños y apartar de nuestras mentes el hecho de realizar una labor de estética de la ciudad. Mezclado a los problemas sociales se une la falta de un verdadero plan económico que directamente ataque la pobreza y el desempleo, para ir reduciendo de alguna manera el número de personas que viven en las calles y puentes de nuestra capital. Cómo podemos catalogarnos como país en vía de desarrollo, cuando el recurso más importante de todos se sumerge en la suciedad y el abandono social.
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