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 Domingo 30 de julio de 2000


"La Zaranda" 'remece' a Panamá

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Miriam Vicenta Almanza
Crítica en Línea

Cuando la pasión y el arte se unen, surge "La Zaranda".

Y con cuatro actores, un escenario conjugado con la composición de elementos simbólicos y el acompañamiento de mensajes sublimes floreció en Panamá la obra "Cuando la vida eterna se acabe", en el Teatro Balboa de esta Capital.

Una obra "en tercera dimensión", un drama que gira alrededor de la miseria y la esperanza y un público anonadado se registraron en el historial cultural que encierra la sala teatral referida.

De Andalucía, España, llegó el grupo de artistas para presentar en primera y única función "Cuando la vida eterna se acabe", escrita por uno de sus miembros, Eusebio Calonge, y dirigida por Francisco Sánchez, autopresentado como "Paco Zaranda".

Gaspar Campuzano, Enrique Bustos, Fernando Fernández y Francisco Sánchez personificaron con magistral actuación a la catacatre, una puta vieja; a doña Zancajos; a Mateo El Metralla; y a una impedida, Marcela Bebevientos, quien a través de su actuar sumiso y sufrido complementa la nota central de esta trama que da continuidad a los sueños sembrando esperanzas tanto para los personajes de la obra como para el público que anda en pos de ellos.

Cuatro personajes, cuatro miedos, cuatro esperanzas distintas, una noche con tormentas atmosféricas e internas, se recrean en un escenario místico que 'saca' al espectador de su entorno y lo transporta a la vieja y derruida casucha donde la pobreza es la principal huésped.

En esta obra hay de todo. Entre insultos rencorosos, envejecidos gestos y gritos de disconformidad, tres de los personajes manifiestan su disconformidad, su precariedad vital, su desamparo, su pase de facturas a un mundo que les negó todo y en las horas finales, en un gesto desesperado, juntos buscan una puerta de salida.

A lo largo de la trama se presenta una despiadada reflexión sobre el lado oscuro de lo humano, y también el más iluminado. El estudio de cada personaje es cuidadoso e implacable.

La única que podría tener esperanza de salvarse en función de su juventud, es una discapacitada que "ni siente ni padece" (porque no lo dice con palabras) y desnutrida que se deteriora más en cada sueño que paulatinamente se convertirá en una "santa" con un mensaje de los dioses e interpretados por Doña Zancajos.

De un modo muy particular, la obra encara la desgracia. No se la evade con chistes o caricaturas, no se la disfraza carnavalescamente, no se le enmascara en consignas desgastadas, sino que se le enfrenta a puro rencor y a pura rabia, de un modo muy "andaluz".

El ritmo musical de un canto hondo y rasgado que toca el fondo sin piedad, sin miedo, huye al ‘glamour’ pero sin evitar la dignidad poética.

 

 

 

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El ritmo musical de un canto hondo y rasgado que toca el fondo sin piedad, sin miedo, huye al ‘glamour’ pero sin evitar la dignidad poética.

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