El día que Panamá clasifique al mundial de fútbol habrá que reinventar el país, porque el jolgorio por el subtítulo en la Copa de Oro en Estados Unidos puso a los istmeños en fiesta estilo carnaval.
La noche se dio la mano con los primeros rayos solares cuando la otrora cenicienta del fútbol centroamericano, Panamá, cayó con las botas puestas en definición de penales ante el once estadounidense en la final de la Copa de Oro.
Durante la tarde del pasado domingo, la capital canalera pareció sumergirse en una larga siesta. Era en realidad el silencio frente a los televisores y la transmisión del abrazo a cero goles en los 90 minutos de partido y también en el alargue.
La derrota 1-3 en cobro de penales, en la que mucho tuvieron que ver los nervios, no supuso la tristeza en la población. Por el contrario, pues acto seguido, miles de autos salieron a las calles de esta urbe a celebrar la actuación de su equipo.
Banderas tricolores de la enseña nacional, gritos de júbilo coreando "Panamá, Panamá, Panamá, el fútbol también es nuestro".
Camisetas rojas, como homenaje al equipo que llaman "La marea roja", hectolitros de cerveza, bailes, y amplio despliegue en radio y televisión del subcampeonato en la Copa de oro, sacaron del sopor de la tranquilidad a los istmeños.