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Milcíades A. Ortiz Jr.

"M
ás rápido que ligero", como dicen en Pedregal, el amigo Franklin Castrellón, gerente de Medios Locales de la Comisión del Canal, me envió un ejemplar del periódico "Spillway", allí se menciona lo que han hecho en el Canal para evitar el llamado "mal del milenio" de las computadoras.

Esto se debió a una columna donde describo la preocupación que existe en algunos sectores de Estados Unidos, al saberse que muchas computadoras no pueden escribir "año dos mil". Se dice que esas máquinas dejarán de funcionar al no poner la fecha correcta, lo que afectará nuestra moderna sociedad, basada en las computadoras.

Yo dije en mi escrito que confío en que la mente del hombre y su inteligencia, encuentren la manera de arreglar el problema. Veo como imposible que dejemos de recibir cheques, mercancías, dinero en los bancos, agua y luz eléctrica, sencillamente porque las computadoras no pueden marcar la fecha del primero de enero del año dos mil.

Y el periódico "Spillway" confirma mi posición, ya que indica en un extenso artículo de Susan Harp, que en el Canal se está arreglando el llamado "mal del milenio" con éxito.

Dice: "Uno de los primeros pasos, ya realizados en febrero, fue un sondeo a nivel de la Comisión para identificar todos los equipos que pudieran ser afectados".

Agrega que "las computadoras personales usadas en las oficinas no son los únicos objetivos, sino también los programas, especialmente los programas internos, y cualquier equipo con componentes computarizados que use fechas, como las alarmas, máquinas de facsímil, sistemas de acceso electrónico, equipos de vigilancia y hasta las locomotoras de las esclusas".

Luego informa que ya se han actualizado equipos de computadoras usando programas especiales, y en el mes de marzo del próximo año será corregido el asunto, para "así tener nueve meses para resolver problemas". Sostiene el periódico canalero que el procedimiento para arreglar las computadoras que no pueden marcar año dos mil "es tedioso pero no complicado". Se pegarán etiquetas especiales en aquellas computadoras que fueron arregladas.

Menos mal que en el Canal están solucionando a tiempo este problema del "milenio". ¡Así no se parará el funcionamiento de la vía acuática, precisamente cuando llegue a manos panameñas! Se ve que allá siguen siendo precavidos.

¿Qué ocurre en el resto del país? Estarán los Bancos e instituciones como la Contraloría, arreglando sus computadoras a tiempo? Ojalá el ejemplo de previsión dado por el Canal en este asunto, sea seguido en empresas y oficinas públicas panameñas.

Pero este periodista no solamente recibe el "Spillway", periódico canalero con informaciones técnicas de computadoras. El relacionista público del Banco Nacional, Raúl Eduardo Cedeño, me regaló un libro de cuentos suyos titulado "Cuentos de Amor y Honra". Y resulta que descubrí que esta obra fue editada por la Alcaldía de Panamá, en la llamada colección "Savia de Patria", que pretende divulgar "una serie de libros con sabor a lo nuestro, brotados del intelecto, ya sea de recios y renombrados escritores panameños o jóvenes ensayistas que encontrarán a través de este programa, la hermosa oportunidad de ver su primera obra impresa".

Creo que hay que aplaudir a la Alcaldía por esta actividad intelectual, que contribuye a que el panameño lea más y conozca nuestros talentos literarios. Vemos así que la labor de la Alcaldía también llega a la mente y no se queda en arreglar parques y desfiles navideños.

Cedeño tiene cinco cuentos donde hace gala de descripciones, lleva al lector al sitio que él desea señalar en su mensaje de amor y honra. Tres de esos cuentos son ubicados en el interior del país, en la región de Azuero, donde pinta con palabras las angustias y manera de vivir de esos campesinos.

Para mí, aficionado a escribir cuentos también, fue una lectura relajante y felicito tanto a la Alcaldía como a Cedeño por su esfuerzo literario.

 

 

 

 

 

 



 

AYER GRAFICO
Victorio Vergara, el Tigre de La Candelaria, actuando en el Jardín Orgullo de Azuero.


CREO SER UN BUEN CIUDADANO
Sin embargo, no evito las inundaciones.


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