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¿Para que me sirve tanta piel?

Hermano Pablo | Reverendo

La cintura de Denny Genz de Illinois, Estados Unidos, fue creciendo y creciendo. Bebía demasiada cerveza, comía demasiados alimentos grasosos y hacía muy poco ejercicio. A los cuarenta y tres años ya pesaba doscientos veinte kilos. Y su cintura tenía una circunferencia de más de metro y medio. «¿Para qué me sirve tanta piel?», se preguntaba con amargura.

Pero un niñito de meses sufrió quemaduras en todo el cuerpo y necesitaba urgentemente un trasplante de piel. Así que Denny donó parte de la suya. Los cirujanos le sacaron una tira de veinticinco centímetros de ancho por metro y medio de largo, y con ella cubrieron el cuerpo en carne Viva, Crítica en Línea del niñito. «De algo sirvió mi exceso de piel», dijo Denny mientras convalecía en el hospital.

Dar algo, y darlo de corazón es siempre un acto de amor. Hay personas que nunca dan nada. Nunca dan para obras de caridad. Nunca dan a los parientes pobres. Nunca dan al mendigo que toca a la puerta o que extiende la mano en la acera de la iglesia. Son personas de las que dice la Biblia que se parecen a sanguijuelas. Su verbo a modo de imperativo es: «Dame, dame» (Proverbios 30: 15).

Pero «dar» y no «dame» es el verbo por excelencia de la vida. León Tolstoi relata el caso en que un mendigo harapiento le pidió una limosna. Tolstoi buscó inútilmente una moneda en sus bolsillos. Entonces le dio cordialmente la mano al mendigo. Y éste le dijo: «Gracias, caballero; esto ha sido una bendición para mí».

El mundo se divide entre los que sólo piensan en sí mismos y los que piensan en los demás; es decir, entre los que viven de su piel para adentro y los que viven conscientes de la piel, muchas veces sufriente, de los demás. «Quien cierra sus oídos al clamor del pobre -dice la Biblia-, llorará también sin que nadie le responda» (Proverbios 21:13). Dios mismo nos dio la clave de la vida cuando amó a toda la humanidad y le dio a su Hijo Jesucristo. Dios, en Cristo, se dio a sí mismo para rescatar y salvar a la humanidad perdida.

¿Cómo se cambia el corazón de egoísta a dadivoso? Haciendo de Cristo el Señor, Salvador y Maestro de nuestra vida.



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