Algunos dirán que las cuestiones de fe nada tienen que ver con el civismo. Argumentarán que la religión y las creencias espirituales pertenecen al campo de la metafísica y la filosofía, mientras que la educación cívica tiene más que ver con el ámbito de la ciencia política y cultura jurídica.
Este planteamiento puede tener mucho fundamento. Sin embargo, no hay que pasar por alto que la formación religiosa influye mucho en la manera de ver la vida, en la forma como se enfrenta el individuo a la autoridad y a sus conciudadanos.
Si alguien que cree en el poder de un ser superior aprende a ver en sus vecinos a sus "hermanos", y acepta la solidaridad como un valor, lo mismo que el trabajo honrado, eso se traduce en progreso y paz.
Por el contrario, si el individuo se declara ateo, y no practica ninguna religión ni acepta como buenas las doctrinas que proclaman el amor al prójimo y la construcción de méritos para una vida futura y espiritual (principios que son defendidos por las más grandes prácticas religiosas del mundo), en el comportamiento se reflejará en su individualismo y egoísmo, y en la creencia de que cada cual debe velar por sí mismo, y que primero hay que tomar en cuenta las cosas materiales y no los asuntos del espíritu.
Quienes crean que el alejamiento de Dios no es importante, asómense a la vida diaria, y encontrarán una larga lista de muertos, de familias rotas, de enemistades políticas, de envidia vecinal, y de mentiras y traiciones. |