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Sapo

Milciades Ortíz | Catedrático

Un silencio pesado comenzó a cubrir el Instituto Nacional.Los muchachos habían salido rápido para sus casas, cansados de estar todo el día allí, pues tenían "doble jornada" de clases.Éramos cuatro muchachos entre dieciséis y diecisiete años. Nos enfrentamos sin saberlo al lado oscuro de la administración del principal colegio secundario, hace más de cincuenta años.

Resulta que Adolfo Ahumada, Luis Shirley, Fidel Díaz y Milcíades A. Ortiz teníamos deseos de señalar las faltas que se daban en nuestra Alma Mater.

Para eso escogimos escribir pequeños artículos y ponerlos en un mural.

Las quejas eran sencillas: los servicios del Gimnasio estaban dañados y tenían mal olor. Algunos salones estaban sucios.

También había críticas contra profesores, como que no dictaban bien sus clases.

Para mí lo que hacía era expresar la vocación periodística.

Estos murales causaron disgusto entre algunos profesores, quienes se quejaron al Rector Gallegos.

Él era una persona impresionante. No hablaba mucho y tenía una mirada de acero, que realmente daba miedo a los estudiantes.

Esa tarde estábamos nerviosos por la reunión con el Rector.

Lo primero que hizo la autoridad institutora fue mostrarnos los expedientes de cada uno.

Leyó con voz pausada nuestras calificaciones que eran buenas y eso lo extrañó.

¿Por qué no se dedican a seguir ganando buenas notas?, preguntó con malicia.

Luego nos hizo una "promesa indecente". Dijo que dejáramos de escribir en los murales críticas a los profesores.

Pidió que le diéramos todas las semanas escritos con las cosas malas que hacían los profesores, para guardárselas en un archivo.

Abrió el archivo y nos mostró varios fólderes y dijo:

"Aquí tengo cosas contra los profesores y cuando molestan se los saco..."

Yo no pude contenerme. En voz alta señalé:

¡"Nosotros no somos sapos"!

Semanas después participé como orador de un mitin contra el rector opresor. Marchamos hacia la presidencia donde lo cambiaron.

Los cuatro jóvenes organizamos un grupo llamado "Cuatro Grandes" y seguimos escribiendo lo malo que había en el "Nido de Águilas".

El otro rector también clausuró el mural... pero no pudo evitar nuestra rebeldía sana. Con el tiempo, todos nos convertimos en buenos ciudadanos.



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