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TEMAS DE ACTUALIDAD
Jesucristo y el fin del mundo

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Por Néstor Jaén S.J.
Colaboración

Para quienes nos consideramos cristianos: los católicos, los evangélicos, los ortodoxos y los miembros de otros grupos e iglesias que reconocemos a Jesús como Hijo divino de Dios, nuestro punto central de referencia para todo tiene que ser Jesucristo y su Evangelio. Por lo tanto también para lo que se refiere al fin del mundo.

En la actualidad, y este diario participa y es testigo de ello, se habla mucho del tema del fin del mundo. ¿Por qué? Sin duda porque se está acabando un siglo y un milenio y estas épocas siempre han despertado las inquietudes humanas sobre el fin de los tiempos. Además, con este trasfondo, se ven cosas que siempre ocurren, como guerras, terremotos y decadencias morales, como señales claras de que el fin se acerca. Y no digamos nada de una gran cantidad de textos considerados por muchos como proféticos que anuncian para finales de este siglo el fin de los tiempos: San Malaquías, Nostradamus, Fátima, Garabandal y muchos más. Estos textos, aunque los hayamos leído, no deben ocupar el centro de nuestra mente y de nuestro corazón sino el mensaje de Jesús. Por algo nos consideramos cristianos...

¿Qué nos dice Jesucristo acerca del fin del mundo? Recomendamos leer el Evangelio de San Mateo en sus capítulos 24 y 25. Allí encontramos un material abundante sobre el asunto. Entre otras cosas se nos dice que no podemos saber ni el día ni la hora porque el final vendrá como un ladrón, cuando menos lo pensemos. Sin embargo el mismo texto nos dice que sí hay ciertos signos de que ese fin se acerca, pero esta cercanía puede ser un año, un quinquenio, una década o más. En consecuencia, Jesús nos pide que siempre estemos preparados. No sólo hoy y mañana sino siempre. ¿Cómo? Con el triple amor bíblico: a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Amar a Dios es cumplir sus mandamientos y amar al prójimo como a uno mismo es procurarle o ayudar a que él mismo se procure, su mayor bien integral que va desde la salud biológica hasta el bien espiritual y religioso. Sobre el amor al prójimo se nos va a examinar de un modo especial precisamente al fin del mundo: si ayudamos a la gente hambrienta, sin ropa, sin casa, presa o enferma. Si lo hacemos estaremos bien preparados. Si no lo hacemos, no. (Mt. 25, 31).

En la consideración del fin del mundo tenemos que evitar dos extremos: por una parte el vivir en la indiferencia y en la maldad, olvidados de Dios y de su amor, y por la otra vivir constantemente en la angustia y el terror por los desastres que puedan venir. La vida cristiana no debe ser una vida centrada en el miedo sino en el amor, la paz y la confianza en el Señor. Sin embargo hablemos claro. Cuando el amor no funciona suficientemente, entonces un sano temor de Dios puede ser muy útil. Esto nos lo enseñan la Sagrada Escritura, las vidas de los santos y la experiencia de todas las épocas. Todos sabemos que hay bastantes personas que se acuerdan de Dios principalmente por causa del temor. Es un nivel muy bajo en relación con el amor pero al fin y al cabo es algo válido. En este sentido, si el temor al fin de mundo (un temor no obsesivo ni castrante de la personalidad), nos ayuda a la conversión cristiana, pues bienvenido sea.

San Juan nos dice en su primera carta que el amor echa fuera el temor y esa debe ser nuestra meta: sentir que Dios nos quiere y nos perdona. Nunca debemos desesperarnos por muy pecadores o pecadoras que seamos. Lo que tenemos que hacer es rezar para que el Señor, con nuestra colaboración, nos conceda todo lo bueno y nos aleje de todo lo malo. En este sentido la mejor oración es el Padre Nuestro porque allí se encuentra absolutamente todo lo que necesitamos. Eso nos producirá gozo y esperanza y en esa forma estaremos bien preparados y preparadas para lo que venga, cuando sea y como sea. Y no sólo eso. Tenemos que cooperar también para que otras personas vivan en la misma forma: nuestros familiares, amigos y amigas, quienes trabajan con nosotros y todas las personas a las que podamos llegar. Así las noticias catastróficas, que pueden causar mucho mal en mucha gente, se convertirán en algo que nos impulse a ser realmente mejores.

 

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