"Yo también he sido violada"

Hermano Pablo
Colaborador
La criatura, de apenas nueve años de edad, de Chicago, Illinois, debía entregar a la maestra su deber. Los alumnos de su clase tenían que escribir acerca del atleta que más les había impresionado, y Julie Brown, junto con los demás alumnos, trajo a la escuela su trabajo. Julie escribió acerca de Mike Tyson. Su pequeña obra describía cómo el púgil había superado un ambiente de pobreza y miseria, cuán dedicado había sido a su trabajo en el ring con sus entrenadores, y cómo había llegado a ser campeón mundial del boxeo. Pero entonces Julie describió lo que los periódicos estaban pregonando por todos lados: que Mike Tyson había violado a una joven reconocida por su belleza a nivel mundial, y se encontraba tras las rejas de una cárcel cumpliendo una condena de varios años. La maestra, que no leyó las tareas sino hasta varias semanas después, ojeó a la ligera las líneas de sus alumnos y se dio cuenta de la tarea de Julie. Al final de su breve presentación, Julie había escrito lo siguiente: «Yo sé lo que Mike Tyson hizo, y sé también cómo se sintió la muchacha que él violó. Yo también he sido violada. Mi propio papá me violó.» Quizá de todas las aberraciones del hombre la más deplorable e imperdonable sea el incesto. Que un padre viole el cuerpo de su propia hija, con lo cual viola también su vulnerabilidad, su candidez, su confianza y su amor de hija, es, de todos los pecados del hombre, el más condenable. Esto trae dos graves consecuencias. Una es el traumatismo psicológico y emocional de la criatura violada. Sólo un milagro de Dios puede restituirle la normalidad, especialmente en sus relaciones con personas del género opuesto. La otra es la pérdida total de la autoridad de padre. Ningún hombre que ha violado a su hija podrá jamás tener, de ella, la confianza, el respeto, la admiración y el amor que Dios quiso que fuera el legado del padre. Mi querido padre, si usted ha sido culpable de esto, usted no podrá tener paz si no hace tres cosas: (1) En profunda humildad, pídale perdón a su hija. Usted le debe a ella eso. (2) Confiésele a su esposa el pecado cometido, y también, con actitud sumisa, pídale perdón a ella. (3) Pídale perdón a Dios y prométale que nunca jamás volverá a cometer tal pecado. Dios le dará el milagro del perdón divino mediante el sacrificio de Jesucristo en la cruz del Calvario. Sólo así encontrará usted paz. Dios y su hija lo están esperando.
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