Pecado en lenguaje cristiano significa desobediencia, romper un plan que Dios había programado desde siempre para usted. Pecado es romper la comunión con Dios, con los demás, con uno mismo y con la naturaleza. El pecado nos destruye lenta, pero permanentemente.
¿Qué pasa en la humanidad? El pecado ha ido creciendo y las consecuencias han sido dramáticas por la falta de Dios. Los hombres se vuelven unos contra otros y surgen las guerras, las violencias. El hombre se vuelve enemigo de sí mismo con la drogadicción y el alcoholismo. El mundo se va contaminando cada vez más y se envenena la tierra por el egoísmo humano. El consumismo y el materialismo por el exceso de producción de cosas, a veces no necesarias, hacen que unos cuantos se enriquezcan más.
Pecado, lo vemos ahora en la tremenda y espantosa posibilidad de una guerra nuclear, donde la naturaleza está totalmente amenazada. En una guerra nuclear, el mundo se partiría en pedazos, la naturaleza se consumiría en un fuego arrasador y no quedaría ser viviente sobre la tierra.
Dios ideó un mundo maravilloso en donde tendríamos que vivir en contacto con la naturaleza y al ritmo de ella. Dios creó un mundo en donde todos tendríamos que vivir en comunión los unos con los otros; un mundo donde usted tendría que amarse mucho a sí mismo, donde usted no sería su peor enemigo. Y un mundo donde Él reinara. Desgraciadamente, por la desobediencia y por el pecado, el mundo se ha ido arruinando. De hecho, el pecado activa la maldad y, muchas veces, se hace mal por ignorancia. El ser humano es esencialmente bueno, pero cuando cae bajo las redes de las tinieblas, va activando su maldad y lo que fue inicialmente ignorancia, se va convirtiendo luego en maldad. Dios sigue viendo al pecador como un hijo suyo que puede cambiar y lo sigue amando a pesar de todo. Este es un mensaje de esperanza y es lo hermoso del Evangelio. Dios nos ama aún y a pesar de todo. El Señor no descansa y no se da por vencido, buscando a la oveja perdida hasta recuperarla.
La palabra gracia significa don, regalo. Nosotros no merecemos el amor de Dios; no nos hemos ganado ese amor por nuestros méritos. El amor del Señor es un don gratuito.