Todos los aguadulceños crecimos con la espera de oír pasar por las diferentes calles el sonar de la campana de los ya conocidos raspa’o, en donde se buscaba hasta en donde no había plata, para salir a comprarle al señor Portugal.
El señor José Portugal, de 62 años de edad, llEva, Crítica en Línea vendiendo raspado desde 1965, trabajo con el que ha construido su casa y ha educado a sus 4 hijos, los cuales uno de ellos estudió hasta sexto grado y el otro llegó a tercer año, cada uno de éstos ya trabaja y tienen su familia aparte.
Desde el inicio de su negocio hasta ahora lleva sólo 4 carretillas, de las cuales 3 fueron de madera y esta última de metal, por lo que tiene en proyecto hacer una con un motorcito para no tener que estar empujándola y que ande sola.
Sale de su casa a eso de las 10 de la mañana para retornar a las 5 de la tarde, a diferencia de los tiempos de antes en donde salía a las 8 de la mañana y ya retornaba a su casa a la 1 de la tarde.
"Muerto", como todos en Aguadulce lo conocen, comenta que comenzó a vender los raspa’os a cinco centavos y ahora ya los vende a 25 centavos y en años anteriores era mejor la venta de este producto, ya que se recogía alrededor de 8 dólares y ahora está en 6 balboas y hay que caminar más.
El señor Portugal recorre todo Aguadulce, por lo que aprovecha las fiestas del distrito, porque ya no puede estar viajando a vender a otros lugares como en El Roble, Natá, El Cristo, por el alto costo de los implementos que necesita para hacer este tradicional refresco que es del gusto de grandes y pequeños.
ORIGEN DE SU APODO
En 1959, a los 16 años, recibió en ese entonces el joven José Portugal, un pelotazo con una bola de bolos en la frente, en donde trabajaba como para bolos, ganándose 7 dólares por noche con un turno de 6 de la noche a 6 de la mañana, y como era menor de edad tenía que sacar permiso en la Guardia.
Por este golpe quedó aturdido, por lo que fue llevado al consultorio del Dr. Rafael Estévez, el cual trató de despertarlo y no lo logró, ordenando su entierro.
La madre pidió que se esperara dos horas más, por lo que obedecieron y mientras estaba en su casa dentro del cajón, despierta viendo el altar y las velas a los lados, con un cansancio de estar dentro del ataúd que no le permitía pararse, por lo que comienza a mover los dedos de la mano y uno de los presentes se dio cuenta y lo levantó.
Días después fue a donde el Dr. Estévez, quien se sorprendió al verlo y le dijo que si no lo había regresado era porque estaba muerto, por lo que lo bautizó diciéndole que desde de ese momento se llamaría "Muerto".