TEMAS DE ACTUALIDAD
El futuro
nos espera

Fermín Agudo Atencio
Colaborador
Siempre he defendido
la tesis que el Panamá actual es el fruto en gran medida
de su educación pretérita y que los ostensibles
adelantos que se experimentan hoy: en lo arquitectónico
y cultural son el extracto de los que suelen llamarse los caducos
y anticuados. Profesores de talla inconmensurable se desempeñaban
en la secundaria y universidad, llevando por doquier el verbo
fecundo de su mentalidad prodigiosa.
Los programas de estudios como aliados, invitaban al discernimiento,
estableciendo parámetros y exigiendo productividad.
El estudiante se sentía en la escuela como en su propia
casa, rodeado de educadores aptos, en sitios acogedores comprometidos
con el porvenir de ser cada día más capacitados.
Eramos felices manteniendo estos nexos con nuestros padres y
la patria en la noble misión emprendedora. Los maestros
operaban como hermanos mayores a quienes confesábamos
nuestras cuitas, resultado de incipientes experiencias. Realmente
era placentera la estancia en la escuela y veíamos todo
como parte de la vida misma, donde cada segundo se aprovechaba
y nada era vilipendiado.
El plantel, templo amado y sagrado para un conjunto de adolescentes,
empeñados en un solo objetivo: el triunfo, y hacia allá
endilgábamos todas nuestras acciones reivindicativas.
Un arrebato de entusiasmo eterno nutría como una savia
el ego enaltecido. Había pureza, los uniformes bien llevados,
monitoreados por los supervisores de manera estricta y taxativa.
Hablemos del hoy, donde se puede observar que muchos jóvenes
proceden en franco retroceso, que en vez de mirar hacia delante
lo hacen al reverso en triste gesto de vencimiento absoluto.
La vestimenta de la juventud actual denuncia un insulto procaz
de su propia personalidad. No se de dónde hemos copiado
esos patrones que involucran tal desfachatez.
En mente sana cuerpo sano, anida la idea: mientras más
presuntuosos nos vemos cercano tendremos el éxito. El
andrajo no es pertenencia de gente sensata. Esa desidia no es
más que una real fatalidad y pensar sólo en: bailes,
juegos y la pérdida irrestricta del tiempo, ante los ojos
pávidos de los padres mancipados.
La metodología de la evaluación de números
a letras los puso a correr, en mis tiempos nada me quitaba el
sueño, pues no vivía de embustes, fui al colegio
inspirado por un solo fragor, el fragor de la victoria. Se estudia
para triunfar, no para fracasar, el fracaso es el destierro del
pensamiento.
En un país, donde un número plural de padres
de familia se muestran indefensos en la conducción de
sus hijos: ¿Qué esperanzas promisorias podemos
abrigar ? ¿Dónde estará ese puerto ignoto
sin destino de llegada?.
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