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A ORILLAS DEL RIO LA VILLA
El indio reclama sus derechos

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Santos Herrera

Nuestra afición por el cine nos obligó a realizar desde muy pequeño, las más inverosímiles gestiones, a fin de conseguir los dos reales y así no perder ninguna función que durante los fines de semana presentaban en el cine de mi pueblo. Mis películas preferidas eran en ese entonces, las de vaqueros. Mis ojos de niño interiorano siempre fueron sorprendidos por las matanzas de indios y bisontes. Nunca llegué a entender por qué los blancos con rifles y cañones, mataban a los indios que defendían con flechas a sus familias y a su tierra que por centurias venían ocupando. También recuerdo que al final de muchas películas, quien hostigaba y culpaba a los indios de crímenes y desórdenes era precisamente el alcalde o el rico del pueblo, que deseaban obtener sus tierras, por tener conocimiento de que por dicho territorio pasaría el ferrocarril y ellos las querían para vendérselas al gobierno.

Tan añejos recuerdos han revivido en mi memoria en estos momentos, donde pareciera que el tiempo no ha cambiado para los indígenas, pues continúan siendo perseguidos, calumniados y todavía se les quiere despojar de las parcelas que poseen en la sierra. Y no es de extrañar tampoco, que los plutócratas que hoy dirigen el país, sean los que más se opongan a la demarcación de las comarcas de los distintos grupos indígenas, pensando en proyectos futuros, como lo hacían las autoridades en las películas del viejo oeste.

Hace quinientos años, cuando los españoles, portugueses, ingleses y franceses iniciaron la conquista, noventa millones de nativos habitaban nuestro continente. Hoy no queda ni la décima parte. La explotación, la persuasión, el hambre ancestral, la desnutrición, el abandono y las enfermedades han mermado considerablemente la población aborigen en nuestro país. De un millón que existían en 1492, hoy solamente subsisten en las peores condiciones, casi infrahumanas, alrededor de 190,0000 indígenas, o sea el ocho por ciento del total de la población de la República, distribuidos así: la comunidad Cuna está compuesta por 43,298 personas, la Emberá 14,659 y la Ngöbe Buglé 125,000.

Desde los orígenes de la República, estos grupos han venido solicitándoles a los distintos gobiernos que la han administrado, sus comarcas en las que se respeten su territorio, derechos, costumbres, tradiciones y cultura. Sin embargo, sus reclamos jamás han sido escuchados. Todos los gobiernos, sin excepción alguna, se han burlado de sus pretensiones y con falsas promesas los han engañado de la manera más vil y canalla. En todas las épocas han prestado oídos sordos a las muy justificadas reclamaciones de los indios que cada vez se sientan más desprotegidos y son víctimas de los más inconfesables apetitos de los geófagos criollos, que aprovechándose de sus influencias políticas van cercando con su alambre de púas, comunidades enteras, quemándoles sus ranchos y amenazando a sus pobladores con bravos toros serranos.

 

 

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