Radiografía
de un cuarto de urgencias

Maritza Reyes
Crítica
en Línea
Eran las 10:00
p.m. En el Cuarto de Urgencias del Hospital Santo Tomás
unas 10 personas esperaban impacientes a sus familiares en la
entrada del portón principal. A un costado de los cubículos
de atención médica cuatro policías trataban
de calmar la histeria de un ciudadano que insistía en
usar el teléfono para llamar a su abogado; mientras otro
oficial enumeraba a los baleados que reportaban los paramédicos.
Los médicos caminaban con el estetoscopio al hombro de
un lugar a otro.
Transcurrieron 3 horas. Otra ambulancia condujo a un herido
en el muslo y tobillo. Éste en particular fue atendido
a los pocos minutos cuando un pariente hábilmente logró
la asistencia. Antes tuvo que costearle una gaseosa a un miembro
del personal médico, igualmente sacar bajo la manta B/.
20.00.
En el pasillo del estrecho cuarto de urgencias una mujer en
silla de ruedas se retorcía de dolor en las piernas. La
sala de espera estaba repleta; por lo menos 25 personas miraban
atentos una serie de televisión. Por las posiciones que
asumían por minutos era fácil adivinar que tenían
muchas horas de estar frente al monitor.
Otro grupo de convalecientes inhalaba oxígeno de un
aparato. Un auxiliar asistía esporádicamente a
los enfermos en las camillas cubiertas sólo con papel
manila. Unos tres médicos hablaban afanosamente, mientras
en el pasillo esperaban asistencia. En ese momento una joven
de unos 16 años se acercó a uno de ellos y le preguntó
que cuándo atendían a su madre; éste ni
se inmutó.
El joven herido en el muslo y tobillo se desangraba recostado
al borde de uno de los cubículos. Un familiar le rogaba
a uno de los galenos, que caminaba apresuradamente, que atendiera
a su hermano.
Este se detuvo y le contestó que hiciera el intento
de encontrar al médico que le sustrajo las balas, continuó
su marcha y se sentó en una de las sillas del registro
médico. Ante la negativa trató en vano de encontrar
una gasa para detener la hemorragia. En el extremo de la pared
otro médico con la mirada distraída punzaba la
mesa con una pluma. La mujer aún permanecía en
la silla de ruedas.
A la salida del Cuarto de Urgencia, en un espacio reducido
un letrero identifica la autoridad de la Fuerza Pública.
Allí todavía el ciudadano insistía en usar
el teléfono lanzando improperios y retando a los policías
a que demostraran su valentía en la comunidad de La Miel
en la frontera con Colombia. Se abalanzó contra uno de
los agentes que se mofaba de su condición. Lo esposaron
pero éste se zafó.
Al poco tiempo el ciudadano comprendió que estaba en
desventaja. Retiró la denuncia que lo mantuvo por tres
horas detenido -a pesar de haber sido el agredido- y sin recibir
los primeros auxilios en la quijada dislocada por la golpiza
que le propinaron siete sujetos en su barrio.
Eran las 4:00 de la madrugada del sábado 12 de junio
cuando retorné a mi residencia, aún se mantenían
los familiares de los enfermos a la salida del portón
del Cuarto de Urgencias del Santo Tomás, recostado en
una placa de reconocimiento que reza. " A los funcionarios
de la salud que brindaron su asistencia continua el 20 de diciembre
de 1989". Que ironía.
El 27 de diciembre de 1996 a las 2:00 PM en este mismo Cuarto
de Urgencias, la joven Marisel Reyna ingresó con un cuadro
crítico de anemia falciforme. Fue auxiliada a las 11:00
p.m, pese a que llegó en horas de la tarde. Allí
permaneció hasta el día siguiente.
La sorpresa para los familiares fue dolorosa cuando vieron
la cama donde la dejaron la noche anterior vacía. Posteriormente
una de las enfermeras les informó que Marisel estaba en
la morgue. Murió la misma noche del 27 de diciembre. El
informe médico no fue claro. Lo único que se sabe
es que tenía cuatro de hemoglobina y no le fue suministrada
la transfusión de sangre.
Los familiares atribuyen la muerte de Marisel a la negligencia
del cuerpo médico y la falta de materiales y equipos que
responda a las necesidades de los enfermos. Marisel dejó
en la orfandad a dos niños de cuatro y cinco años.
Los hechos son reales. Una periodista tuvo la oportunidad
por un encuentro fortuito de tomar una radiografía clara
al Cuarto Urgencias del Hospital Santo Tomás, que debe
hacer cumplir el juramento hipocrático del cuerpo médico
y dotar al mismo de los implementos de asistencia médica
para responder eficientemente a la población panameña.
El pueblo espera que el Patronato mejore el servicio médico.
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