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El cadáver de una conciencia

Hermano Pablo | Reverendo

Ocurrió en una cárcel de Colombia durante la época de violencia y ruina civil que azotó al hermano país hace algunos años. Uno de los más empedernidos criminales, Antonio Rangel, había sido encarcelado por múltiples delitos. Tan escandalosos eran que la prensa misma no se atrevía a publicarlos.

Mientras Rangel estaba en la cárcel, llegó a verlo su padre, un anciano de cabeza blanca. Tenía el semblante marcado por el sufrimiento y el rostro surcado de arrugas. El anciano venía para contarle a su hijo la horrible muerte que había sufrido la madre del prisionero, perpetrada por una banda de asaltantes.

El hombre contó, con todos los pormenores, la dolorosa agonía que había padecido la indefensa anciana. Sin embargo, su hijo, aun con el vívido relato, no dio muestras de dolor. Al ver el anciano el rostro inexpresivo de su hijo, endurecido por los años y el crimen, le preguntó llorando:

-¿Es posible, hijo mío, que no te conmueve ni el hecho de saber que tu madre fue asesinada?

-Bueno -contestó insensible Rangel-, así he matado yo mismo a muchas mujeres como ella.

Esta insensibilidad la han sabido captar a la perfección en sus versos nuestros mejores poetas. Uno de ellos la vertió en los siguientes versos, a modo de proverbio:

No son muertos los que en dulce calma la paz disfrutan de la tumba fría. Muertos son los que tienen muerta el alma y viven todavía.

El concepto de muerte en vida lo había establecido ya la Palabra de Dios. La Biblia dice que el hombre sin Cristo está muerto en sus delitos y pecados, y añade que la única manera de obtener la vida verdadera es tomar el camino que es Cristo. Cristo dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al padre sino por mí» (Juan 14: 6).

Las palabras del apóstol Pablo también llegan al caso: «Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo» (Efesios 5: 14). Sólo Cristo puede dar vida a los que por la fe lo buscan. Por más muerta que tengamos la conciencia, Cristo nos revive con su gracia bendita. Él quiere y puede darnos nueva vida. Rindámonos a Cristo el Señor.



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