Todavía nos consume la frustración de un partido que nos mandó al precipicio, que nos hizo recordar aquellos amargos momentos de eliminatorias anteriores en casa.
Como aquella goleada 3-1 ante Cuba en 1996, bajo la dirección del colombiano César Maturana rumbo a Francia 1998, o como aquella derrota de 1988 en el Rommel Fernández ante Costa Rica, cuando cerca de 30 mil espectadores asistieron al estadio para ver ganar a Panamá luego del histórico 1-1 obtenido en territorio tico.
El miércoles anterior fue otro de esos días amargos, por eso el hincha sufrió, rezó, lloró, como aquella chica que se quedó aferrada a la tribuna del Rommel, no se quería ir, en su mente y en su corazón había tristeza, frustración y desencanto.
O como el fanático que sufrió, cada llegada, cada tiro, cada gambeta de Panamá y que con los goles norteamericanos se tiro al piso de la tribuna superior de sombra y dijo ¡Dios ya no más!
Era el sentimiento del fanático expresado en un partido de fútbol, en una selección que nos ha puesto a soñar, pero que también nos ha puesto a sufrir como la terrible noche del 8 de junio en el Rommel Fernández.
Duele por los cerca de 20 mil hinchas que asistieron al Rommel Fernández, duele más la forma en que perdimos, los repetidos errores en el fondo y las pocos ideas que tuvo el equipo en el frente de ataque.
Ahora la pregunta de todos es ¿Qué será de Panamña en lo que resta de la eliminatoria?