El problema penitenciario parece crónico. Los reclusos se quejan permanentemente de la mora judicial, el hacinamiento y la mala calidad de la comida.
Cada gobierno hace estudios, designa comisiones, cambia a funcionarios, pero la situación persiste.
Hay un dicho que reza que a grandes malos, grandes remedios.
El Ministerio Público y el Órgano Judicial deben hacer esfuerzos extraordinarios para evacuar todos esos procesos que mantienen pendientes los reclusos que permanecen en las cárceles del país.
Ayer los detenidos de las diversas cárceles mantienen una huelga de hambre en reclamo de mejores condiciones. Sus inquietudes deben ser atendidas y no ignoradas.
El problema del suministro de la comida, también parece crónico.
Se cuestiona la calidad de la misma, pero muchas con menos de dos balboas por día que reciben los suplidores, no se puede pedir mucho.
Así las cosas se deben buscar mecanismos, para que aquellos reclusos cuyas familias tengan capacidad, les suministren diariamente sus alimentos y así el Estado se libera parcialmente de esa responsabilidad.
Ese procedimiento debe mantener los controles necesarios para que en medio de la comida no se oculten drogas ni instrumentos cortantes, como ocurre en algunas ocasiones.
Los detenidos también deben entender que ellos le fallaron a la sociedad y deben demostrar con buena voluntad sus deseos de reformarse.
Si bien es cierto, que el ambiente no se presta para ello, hay que intentarlo, para que mañana cuando salgan de prisión puedan reintegrarse a la sociedad.