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Domingo 21 de mayo de 2000


CRíMENES FAMOSOS

No hubo justicia en Chicago

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Por Max Haines
Colaborador

A pesar de tener coartadas de hierro, dos hombres inocentes fueron a la cárcel por asesinato.

Joe Majczek, un electricista de oficio, vivía con su esposa Helen en un apartamento en el 3021 de la calle Farrell en Chicago. En 1932, como millones de otros, durante la Gran Depresión, Joe estaba sin empleo. No ayudaba nada a mejorar la situación el hecho de que Helen estuviera esperando su primer hijo.

El 9 de diciembre, con muy poco en qué ocupar su tiempo, Joe ayudaba a su suegro a llevar carbón desde la callejuela al lado del edificio de apartamentos donde ambos vivían, hasta un cobertizo en la parte trasera del mismo. La carga de carbón había sido tirada en la callejuela. Los dos hombres llenaban canastos y los transportaban hasta el cobertizo. Era un trabajo duro y tomó varias horas.

Sin que Joe y su suegro lo supieran, se estaba llevando a cabo un crimen en el vecindario. Dos hombres entraron a una tienda de propiedad de la Sra. Wertz. La Ley Seca estaba en vigencia en los Estados Unidos en ese tiempo. Para aumentar sus ingresos, la Sra. Wertz vendía a veces tragos de whisky.

Esa tarde, dos clientes estaban haciendo tiempo en la tienda. John Zagata, un comerciante de carbón, había terminado una entrega y estaba charlando con la Sra. Wertz, al igual que el oficial de Policía uniformado William Lundy, cuando dos hombres entraron rápidamente por la puerta delantera y fueron directamente hacia la caja registradora. Cada uno tenía un revólver amenazante en su mano. Uno gritó, "¡Manos arriba!" a la Sra. Wertz. Ella obedeció la orden rápidamente.

El oficial Lundy buscó su revólver enfundado mientras la Sra. Wertz corría dentro de un armario y cerraba la puerta de un golpe. Zagata escapó hacia una puerta trasera. Los disparos hicieron eco desde el interior de la tienda.

Afuera, el cartero Joseph Becker oyó siete disparos. Un instante más tarde vio dos hombres, todavía empuñando sus armas, salir corriendo de la tienda hasta un auto que los esperaba. En segundos desaparecieron. Becker corrió dentro de la tienda, vio al oficial de policía muerto y dio la alarma.

Siguió una intensa investigación. La Sra. Wertz simplemente declaró que había estado tan asustada que no podría identificar a los asesinos. Los detectives se dispersaron, e interrogaron a todo el vecindario. La Sra. Bessie Barron le dijo a la policía que había tenido una conversación extraña con un hombre local poco antes del asesinato. Ted Marcinkiewics, quien cuidaba un edificio cercano de propiedad de su padre, se encontró con la Sra. Barron el día del asesinato. Ella le comentó que la tienda Wertz estaba marchando bien. Ted replicó que "pensaba hacer un buen trabajo allí".

Eso fue suficiente para la policía. Ted fue activamente buscado por los detectives inmediatamente después del asesinato. Aunque sabía que era inocente y que tenía una coartada para la hora del asesinato, estaba aterrorizado de que pudiera ser arrestado y acusado del asesinato del oficial Lundy.

Ted buscó a su mejor amigo, Joe Majczek y le contó de sus temores. También pidió si podría esconderse en el apartamento de Joe. Tanto Joe como Helen estuvieron de acuerdo que podría estar con ellos por un tiempo. Ted permaneció con sus amigos por tres días y noches antes de mudarse a otra casa segura. Diez días más tarde, un contrabandista de licores le contó a la policía que él había llevado en el auto a Ted hasta el apartamento de Joe la noche del asesinato.

Sin ceremonias, Joe y Helen fueron llevados al cuartel de Policía para ser interrogados. Joe admitió conocer a Ted y haberlo tenido como huésped tres días. No, él no sabía de su paradero actual. Helen fue liberada, pero Joe quedó detenido.

El 23 de diciembre, Joe enfrentó a tres testigos que habían visto a los asesinos. Becker, el cartero, admitió que no podría identificar a ninguno de los hombres. Sólo les había dado una mirada mientras corrían a su vehículo. Zagata, el negociante de carbón, juró que Joe no era uno de los asaltantes. La Sra. Wertz, quien inicialmente dijo que no podría identificar a los asesinos, juró por segunda vez que Joe no era uno de los asesinos del oficial Lundy.

Sin embargo, al día siguiente, después de una larga reunión con la Policía, la Sra. Wertz identificó a Joe como uno de los hombres que había tomado la vida del oficial Lundy. Basados en su testimonio visual, Joe fue acusado de asesinato en primer grado.

Seis semanas después de la muerte del oficial Lundy, Ted Marcinkiewicz, cansado de estar escondido, se presentó a la Policía voluntariamente. La Sra. Wertz inmediatamente lo identificó como el cómplice de Joe. El también fue acusado de asesinato en primer grado. Juntos, los dos amigos fueron a juicio.

La Sra. Wertz fue un fuerte testigo para la fiscalía. Afirmó bajo juramento que Joe era quien le había ordenado levantar las manos y que Ted era su cómplice. Inexplicablemente, el abogado de Joe no cuestionó sus acusaciones. Joe le dijo que por dos veces ella había fracasado en identificarlo en el cuartel de Policía. El abogado pensó que no era lo suficientemente importante como para una disputa.

La Sra. Barron testificó que Ted había demostrado un especial interés en las entradas de la tienda de la Sra. Wertz justo antes del asesinato. Reiteró que Ted había dicho que "pensaba hacer un buen trabajo allí."

Por la defensa, el padre de Joe testificó que en el momento del crimen, Joe lo estaba ayudando a guardar el carbón en el cobertizo y no había estado fuera de su vista en ningún momento. El comerciante en carbón, quien había descargado el carbón, testificó que lo había visto a Joe con su suegro cuando éste aceptaba la carga. Se ofreció un recibo por el carbón como evidencia.

En cuanto a Ted, sus abogados presentaron un total de seis testigos, en su mayoría parientes, que juraron que había estado en su casa en el momento del crimen. Además, Ted subió al estrado de los testigos y explicó la declaración incriminatoria de la Sra. Barron de que le gustaría "hacer un buen trabajo allí". Declaró que en realidad había dicho sobre la bastante atractiva Sra. Wertz que tenía pensamientos fantasiosos de hacer "un buen trabajo para conquistarla."

El jurado se retiró a deliberar cuáles testigos estaban diciendo la verdad. Obviamente ellos creyeron a la Sra. Wertz. Tomó sólo tres horas antes que volvieran con un veredicto de culpables de asesinato en primer grado tanto para Joe como para Ted. Cada uno fue sentenciado a 99 años de prisión.

Ambos hombres apelaron el veredicto ante la Suprema Corte de Illinois. Ese augusto cuerpo falló que el juicio había sido conducido apropiadamente y confirmó las condenas.

La saga de Joe y Ted habría terminado allí y entonces si no hubiera sido por las acciones de una mujer de gran coraje, la madre de Joe. Tillie Majczek trabajó fregando pisos de oficinas por 11 años para ahorrar dinero que ayudara a asegurar la libertad de su hijo. El 11 de octubre de 1944, Tillie colocó el siguiente aviso en el periódico Chicago Times: "Cinco mil dólares de recompensa por los asesinos del oficial Lundy el 9 de diciembre de 1932. Llamar GRO 1758, de 12 a 7 de la tarde."

Un empleado de avisos clasificados llamó la atención del editor sobre el extraño aviso, y éste pensó que la cuestión merecía más atención. Asignó a dos reporteros para entrevistar a Tillie. Los reporteros Jack McPhaul y Paul McGuirre inmediatamente supieron que tenían una historia poco usual en sus manos. Se tomaron varios meses para interrogar a todas las personas involucradas en el caso. Además, se procuraron todos los documentos pertinentes de la Corte.

El Times publicó una serie de artículos totalmente en desacuerdo con el caso de la fiscalía presentado tantos años atrás. La Sra. Barron contó a los reporteros que la Sra. Wertz le había dicho varias veces desde el crimen que había mentido en la identificación de Joe y Ted. Afirmaba que había sido forzada a apoyar a la policía para no tener problemas por vender licor ilegalmente.

Las series en el Times fueron una sensación. El Estado de Illinois no podía ignorar lo que se había convertido en un caso célebre de condena equivocada.

En agosto de 1945, después de pasar 12 años en prisión, se le otorgó a Joe un perdón incondicional del Gobernador del Estado. Seis meses más tarde, recibió $24.000 dólares como compensación por su condena y encarcelamiento erróneos.

Le tomó a Ted Marcinkiewicz cinco largos años más para ganar su libertad. Una vez libre, intentó recibir compensación por su encarcelamiento equivocado, pero no tuvo tanto éxito como Joe Majczek. Fue rechazado por el Estado de Illinois después de pasar 17 años en prisión por un crimen que no había cometido.

 

 

 

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