MENSAJE
Por la patada de un burro
- Hermano Pablo,
- Costa Mesa, California
"!Vete a cuidar los
burros! - dijo la mujer, enojada-. ¡Es lo único que sabes hacer
bien!" El hombre, paciente calmado, no como un burro sino como una
oveja, se encaminó al coral. "Es cierto - pensó-, lo
único que hago bién es cuidar los burros."
Estando entre los asnos, Guido Manzi, granjero de Faroli, al sur de Roma,
recibió en la cabeza la patada de uno de los burros. Su esposa, Rosa,
lo encontró inconsciente y lo llevó al hospital. Después
de tres días en coma, recuperó el conocimiento.
Pero tras la patada, se le desarrolló la inteligencia. Dos años
después del suceso, Guido Manzi es un consumado mecánico que
ya ha diseñado varios aparatos mecánicos y dos modelos de
motor de automóvil.
Este caso es asombroso. Los médicos no se lo pueden explicar.
Parece que la patada del animal produjo un desplazamiento masivo del cerebro
de Guido, y de alguna manera extraña se le despertaron cualidades
dormidas, y el hombre es ahora un próspero y cotizado diseñador
de motores y máquinas.
A veces hace falta en la vida un fuerte golpe para despertar, si no la
inteligencia, la conciencia. Hay hombres que reaccionan y salen de una vida
delictuosa de caer en la cárcel. Y hay matrimonios que se dan cuenta
de que se aman y se necesitan después de divorciarse.
Hay padres que reconocen cuánto necesitan a sus hijos después
de que uno de ellos sufre un accidente mortal. Cuando no se aprende de otra
manera, hay que aprender a golpes. Así parece ser la ruda escuela
de la vida.
En una de nuestras capitales, un hombre llegó a comer desperdicios
en una zanja llena de barro antes de reaccionar. Pero llegó, con
el tiempo, a ser capataz de un gran depósito de comestibles.
Parece que Dios tiene una benevolencia especial para los que llegan al
fondo del abismo y no les queda ninguna esperanza. De ellos Jesucristo dijo:
"El Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había
perdido" (Lucas 19:10).
Pero no es necesario recibir la coz de un burro, ni llegar a comer desperdicios
para encontrar la salvación. Ahora mismo, con buena salud y condiciones
favorables, podemos tomar la gran decisión de la vida: aceptar a
Cristo como Señor, Salvador y Maestro. El puede y quiere cambiar
por completo el rumbo de nuestra vida.


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