FAMILIA
El amor propio y yo
Revista
Muy Interesante
Ya hay motivos para la esperanza:
ninguna adicción es irreparable. Estas son las últimas técnicas
médicas y psicológicas que la ciencia ha ideado para ayudar
a los drogadictos a decir basta.
Por culpa de la heroína, Simón ha estado tres veces en
la cárcel. Y es muy probable que su adicción acabe con él.
Hace unos años, estuvo tratándose con metadona. Pudo dejar
el caballo, encontrar trabajo y casarse, pero tras casi un lustro de felicidad
volvió a probar las drogas y lo perdió todo. ¿Por qué
no se desenganchó definitivamente cuando tuvo la opción de
hacerlo? ¿Por qué cree que ya no puede volver a intentarlo?
Sencillamente, porque Simón padece una enfermedad, uno de los
males más complejos que se conocen, un problema de salud pública
en el que convergen múltiples causas, estrategias preventivas y tratamientos:
la adicción.
La adicción a las drogas hay que tratarla como cualquier otra
enfermedad: comprendiendo que es un proceso bio-psico-social, asegura Simón
Brailowsky. La sustancia de los sueños.
Sangre: El abuso de alcohol hace que aumente la resistencia al flujo
sanguíneo y puede provocar trastornos en el aparato circulatorio
y hemorragias.
Cerebro: Como se modifica la fluidez de las membranas neuronales, el
funcionamiento del sistema nervioso queda deteriorado. El alcohol es excitante
y sedante a la vez.
Corazón: Se han hecho estudios sobre las bonanzas cardiacas del
consumo moderado de vino. En grandes dosis, sin embargo, aumenta el riesgo
de sufrir infartos.
Aparato digestivo: Aumenta hasta dieciocho veces el riesgo de contraer
cáncer de boca, garganta o esófago. Inhibe la aborción
de algunas vitaminas vitales, como la B.
Hígado: Uno de los males más comunes entre los alcohólicos
es la cirrosis hepática. Aparecen fibras y nódulos que colapsan
el hígado y pueden causar la muerte del paciente.
Sexualidad: Los hombres borrachos pierden la potencia sexual y a las
mujeres se les inhibe el deseo. Beber provoca graves desarreglos hormonales
y menstruales.
La mayoría de los expertos ha decidido pasar la página
de las antiguas creencias y dejar de pensar en los adictos como traficantes,
indigentes o personas de voluntad débil responsables de su propio
problema. Hoy, ese cliché ha desaparecido definitivamente y nadie
duda en tratar la adicción a las drogas como un mal que puede afectar
a cualquier y que, por lo tanto, tiene cura.
NO ES FACIL SALIR DEL INFIERNO: LAS RECAIDAS ABUNDAN
Sí, la adicción a un buen número de sustancias puede
curarse, y cada vez son más los avances médicos que auguran
un prometedor futuro al tratamiento de los que la sufren. Sin embargo, salir
del infierno de las drogas no es fácil. Un reciente informe del Departamento
de Salud Mental de la Universidad de Harvard (EE.UU.) era categórico:
"Las vías de tratamiento son inciertas, y el diagnóstico,
difícil; la recuperación suele ser precaria, y las recaídas,
frecuentes.
Efectivamente, la sintomatología de la adicción es un asunto
controvertido, hasta el extremo de que muchos científicos se niegan
a catalogar la dependencia como un proceso clínico clasificable por
sí solo. Sin embargo, la Asociación Americana de Psiquiatría
se ha atrevido a resumir todos estos patrones en tres grupos de síntomas:
pérdida de control o incapacidad objetiva de dejar de consumir una
sustancia; tolerancia o necesidad de aumentar las dosis progresivamente
, y deterioro o permanencia en el uso incluso cuando está causando
irreparables daños físicos, psicológicos y sociales
al consumidor. Si usted conoce a alguien en esta situación, se encuentra
ante un adicto. Esto es lo que la ciencia puede hacer por él.
En los ambientes profanos a la heroína, ésta está
considerada como la más devastadora de todas las drogas. Este derivado
de la morfina, descubierto a finales del siglo XIX, tiene la propiedad de
fluir hacia el cerebro inmediatamente después de ser inyectado y
provocar sensaciones placenteras. Su capacidad de adicción es inmensa
y suele enganchar en pocas semanas. El tratamiento de esta drogodependencia
pasa inevitablemente por un periodo previo de desintoxicación, que
consiste en la supresión del consumo bajo supervisión médica
y no requiere hospitalización en todos los casos. El principal problema
de esta fase es la lucha contra el síndrome de abstinencia.
"La abstinencia nunca mata, pero es sumamente dura", dice el
neurólogo estadounidense Avram Goldstein. Por eso, un buen enfoque
del periodo de desintoxicación es vital. Se puede llevar a cabo en
régimen abierto, es decir, en hospitales de día donde no se
ingresa al paciente las 24 horas. Sin embargo, según Goldstein, "esta
opción tiene un alto porcentaje de recaída en el consumo de
heroína incluso cuando se trata al adicto con potentes fármacos
contra el síndrome de abstinencia".
Otra posibilidad es internar al enfermo en una comunidad terapéutica
en régimen cerrado donde se ofrecen programas de desintoxicación
combinados con tratamientos de psicoterapia y rehabilitación. El
periodo medio de estancia es de seis meses, y su efectividad, alta. Pero
presenta varios inconvenientes.


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