Hace cinco meses, la Auto-ridad del Transporte habría prometido cielo y tierra a los panameños con el asunto de la mejora del servicio de transporte colectivo en la capital istmeña. Sin mediar con los usuarios, afectando el bolsillo de miles de ciudadanos, tanto los funcionarios del tránsito y los operadores de autobuses pactaron un acuerdo que aplicaría un aumento significativo al pasaje.
Son veinticinco centavos que no se han visto reflejados en ninguna parte de los autobuses. Pues era lógico. Los conductores (no todos, por supuesto) mantienen la presión de hacer regatas en las avenidas para cubrir su cuota diaria de seis vueltas. Los accidentes continúan, la mala cara a los pasajeros es algo que nunca se acaba, los autobuses siguen llenos hasta la puerta, no se mejoró la seguridad interna en los vehículos y tampoco se facilitó el servicio de aire acondicionado.
Los panameños nos sentimos engañados con el gobierno actual, el cual decidió pactar con los grupos transportistas, en vez de arreglar con el pueblo y sus representantes, este espinoso asunto. Ya la gente prevé el "pase de facturas" a las autoridades arnulfistas en mayo del 2004, cuando lleguen las elecciones presidenciales. Pero, mientras viene la venganza electoral, qué podemos hacer frente a la crisis del transporte.
Si hubiera voluntad de los gobernantes de turno, quizás ellos comprenderían que la única opción frente al problema del transporte colectivo es la construcción de un moderno sistema de monorriel aéreo, que recorra la ciudad por encima de las actuales avenidas de la capital. Por desgracia, se ha escogido una alternativa nada buena para enfrentar la crisis del transporte urbano: el tren ligero.
¿Por qué lo consideramos un problema? Sencillamente, el tren ligero "no tendrá espacio para circular libremente por las avenidas estipuladas. Cuando recorra la vía España, la Transístmica, la Fernández de Córdoba, la vía José Agustín Arango hasta Pedregal, se encontrarán que las rutas vehiculares están congestionadas, con o sin el paso de los autobuses, los cuales serán colocados en caminos alternos. Además, ¿Qué será de los palancas y dueños de autobuses? Todos ellos perderán sus puestos de trabajo, ya que sus rutas carecerán de clientes fijos y bajarán sus ganancias.
Hace poco, surgió una opción más barata, propuesta por un consorcio brasileño, el cual ofrece colocar buses articulados ultramodernos que circulen por la ciudad, evitando crear un serio problema con los conductores del transporte. Esta oferta es más realista para acabar con el problema de los autobuses, además de que sería una sola empresa la que operaría las rutas de la capital, dando un mejor servicio a los pasajeros.
Esperemos que el tema del transporte colectivo se resuelva pronto, pues el pueblo se merece un buen servicio al movilizarse por la capital. Quizás algún día, nuestro país se merezca tener el bendito monorriel, pero mientras, los autobuses articulados resultarían la mejor alternativa para mejorar el servicio de transporte. |