EDITORIAL
Ayuda a Bocas del Toro
Los desastres naturales no conocen de distingo de razas ni posiciones sociales y cuando azotan un determinado territorio, ni la Madre Naturaleza puede detenerlos.
Terremotos, inundaciones y maremotos no vienen con destinatarios ni remitentes y es en esas situaciones donde se manifiesta de lleno el mandamiento de Jesús cuando estuvo de paso en la Tierra: "Amaos los unos a los otros como yo los he amado". Ello encierra desprendimiento total y verdadera solidaridad, palabra practicada por los panameños en los momentos más difíciles de sus conciudadanos.
Es en estos momentos cuando el pueblo de Bocas del Toro lanza un grito de auxilio al verse cientos de familias de comunidades indígenas y no indígenas sin hogar y a la deriva, producto de las inundaciones que se han suscitado en los últimos días en la región.
En una situación de damnificación, la llegada de una manta con qué cubrir los cuerpecitos de infantes y un pedazo de pan para llevar a la boca, son regalos que no tienen precio para una persona necesitada. Los fuertes aguaceros han azotado las siembras de los campesinos y de aquellos que tienen en la tierra la base de su sustento familiar.
Y no es que en la ciudad capital u otras áreas de la República la riqueza abunde, pero un grano más otro grano hacen un montículo que unido a otro, componen una yarda de arena de gran utilidad para el albañil. Panamá siempre ha demostrado su gran sentido de solidaridad cuando de otros países han venido en busca de la ayuda necesaria, como lo fue, entre lo más reciente, el caso de Nicaragua.
Honduras y El Salvador arremetidos por terremotos e inundaciones. Hoy es un pueblo hermano el que necesita el socorro. Un pueblo que ha sido duramente castigado por la Madre Naturaleza cuando en 1991 fue duramente golpeado con un terremoto que no sólo acabó con casas y huertos, sino con la vida de muchos panameños. Seguido a ello, cada año el pueblo de Bocas del Toro se enfrenta a embates naturales y como gente fuerte y llena de esperanzas, continúa su andar día tras día.
De allí que hoy por hoy, se hace necesario levantar la vista hacia la alejada provincia y cada debe extender la mano amiga a quien la necesita. Es una obligación de hermanos y de cristianos acercarnos a los centros acopio para brindar nuestra cooperación a esos sufridos compatriotas. Dios se los pagará.
PUNTO CRITICO |
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