Algunos eruditos de la materia internacional han sugerido que los Estados deben planificar sus políticas diplomáticas en base a "los intereses nacionales" del país. Por allí corre la pregunta: ¿Por qué hace 15 ó 20 años no se planteó la necesidad de establecer las relaciones diplomáticas con la República Popular China?
Para muchos, no es fácil olvidar las experiencias vividas por el mismo pueblo chino en el tema de la cuestión democrática y la defensa de los derechos humanos, algo que tiene un fantasmagórico símbolo en la masacre de Tianammen de junio de 1989 o la represión a los grupos nacionales del Tibet o el Sinkiang Uigur. Partiendo de estos preceptos, cualquier político internacional debe considerar que un país que no da garantías de libertad de expresión, libertad de prensa o libertad de multiplicidad de partidos políticos, merece ser estudiado con mucho cuidado, antes de ser reconocido por una nación determinada.
Nadie cuestiona el peso de la República Popular China en el mundo contemporáneo. Que sus mil trescientos millones de habitantes son un mercado explotable, que su flota comercial es usuario importante del Canal de Panamá.
Empero, resulta extraño aceptar la premisa de que es necesario "romper relaciones diplomáticas" con otro país del Asia, a saber la República de China en Taiwan, por el mero hecho de que se quite un aliado estratégico a los dirigentes en Taipei.
Hasta el día de hoy, el gobierno panameño ha mantenido una política correcta de continuar el reconocimiento diplomático de Taiwan, sencillamente por dos justas razones: El fluido intercambio comercial y la cooperación técnica. También podemos añadir otro elemento más: Tanto Panamá como Taiwan son "democracias plenas", que eligen a sus gobernantes de la forma libre y abierta de las elecciones populares.
De allí esta pregunta: ¿Merece Panamá dejar a un aliado estratégico como Taiwan, así de la noche a la mañana, sólo para abrir un hipotético mercado de mil millones de clientes? Que yo sepa, los tiempos de la patria boba se acabaron en diciembre de 1989.
No nos cansaremos en decir que Uruguay y Sudáfrica pasaron por el mismo trance de presiones del gobierno comunista en Pekín, por hacer "convencer" a los países que reconocieron a Taiwan, para la ruptura diplomática. Al final, esos países terminaron perdiendo millones de dólares que se esfumaron al cerrarse un mercado fijo comercial con Taipei.
Siempre defenderemos la tesis lógica y realista del "DOBLE RECONOCIMIENTO", es decir, que Panamá pueda reconocer a las dos naciones representativas del pueblo chino, como lo son China Popular y Taiwan. Es otra cosa que Pekín no lo acepte así, pero el gobierno panameño ya ha propuesto esa idea salomónica. Así, ganamos nuevos amigos y no perderemos a viejos aliados en Asia. |