Con las últimas declaraciones del señor Alcalde de la capital de Panamá, proponiendo incineradores para la basura no sabemos se reír o llorar. Ahora dejó expulsar de su cotuda garganta, que tratará de disponer de incineradores para quemar los desechos. Pido piedad al copartidario y ventrudo burgomaestre, antes que nos sumerja en semejante desventura de asfixiarnos con hedores contaminantes de alta peligrosidad, pues esos enormes hornos necesitan de mucho sostenimiento y de periódicas refacciones y sabido es que, en los pocos meses de su administración, por mucho, poco o nulo mantenimiento se le descompuso la morgue de los mariscos del mercado municipal, con las consecuencias conocidas.
Don Bosco, -ponga cuidado-, cuando el caldero de Taboguilla, que achicharra o secaba sardinas para obtener harina de pescado se dañaba, o le faltaba algún repuesto y ocurría algún accidente, las nubes de hedores provocaban vómitos y mareos a los ciudadanos de la capital y en algunos pueblos marcados por el destino para vivir de Dios, Jesús, María y José como La Chorrera. Solo la separación de las aguas entre Taboguilla y los puertos cercanos impidieron que hordas de civiles enloquecidos y armados con garrotes, machetes y escopetas, no acabáramos esas instalaciones, que irradiaban una peste tan infernal, que junto a la nube de gallotes, hacía pensar a los turistas que en el Istmo la población entera cumplía semanas insepulta sobre un suelo cubierto de flores.
A Don Bosco, con todo el respecto que se merece lo pido piedad. Por favor no saque más ideas del sombrero mágico de bugs bunny, que esas vainas nos dan pena a los del partido que estamos "fuera de la papa" y con "caras de teléfono ocupao", que jurábamos que por ese puesto crecería nuestra membresía. Y a la "Non Sacta" alianza que en algunas cosas duerme plácida como en cajeta de michos, que se de cuenta, que este señor ya ha adquirido demasiado peso y cumplido el calvario necesario como para que ausculten promoverlo lo más pronto posible.