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Sin embargo, soy un robacables

Redacción | Crítica en Línea

Desde que comenzó la fiebre por el hierro y los metales hace unos años, el robo de cables telefónicos de cobre se ha convertido en el modo de vida de un pequeño grupillo de ladrones que han dejado incomunicados a miles de panameños, e incluso ha llegado al extremo de matar con tal de llevarse unos cuantos metros de cobre.

Se piensa erróneamente que es una actividad de "piedreros" o indigentes desesperados. Pero en muchos puntos del país, el robo de cables es perpetrado por personas de las mismas comunidades, o comunidades aledañas.

Los verdaderos afectados por el robo de cables no son realmente las empresas telefónicas. Estas son empresas millonarias, con los recursos suficientes para reponer los cables robados. Los que realmente sufren son los miles que quedan incomunicados cada vez que se cortan cables furtivamente. ¿Qué tal si nosotros viviéramos en una zona afectada por robo de cables telefónicos, y en ese momento se produjese una emergencia que podría ser resuelta rápidamente con una llamada?

En algunos casos, lo que se pierde es algo más que unos metros de cobre y horas de comunicaciones. Varias personas han perdido la vida electrocutados en los últimos años, en su afán de querer cortar cables telefónicos y eléctricos.

Chilibre parece ser dulce para los robacables. En lo que va del año, la incidencia del corte y hurto de cables de cobre en el sector se ha incrementado. La semana pasada, la policía sorprendió in fraganti a 4 sujetos. Se trataba de una banda que ya había dejado sin teléfono a 600 personas en Agua Bendita y a varios comercios de Chilibre.

¿Cuántas bandas más hay? Es imposible saberlo. Lo que sí es cierto, es que hay que denunciarlos, porque los afectados somos nosotros.



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