Jóvenes el termómetro que mide la presencia de Jesús en el hogar es la intensidad de paz que exista. Jesús no está donde hay peleas, pugnas, encontronazos, rivalidades, gritos, maltrato y otros tipos de violencia.
En cambio, la presencia de Jesús, el Señor, trae paz, reconciliación, armonía, dominio de si mismo, control emocional y amor. Lo contrario de la violencia es la paz; de la soberbia, la humildad; del orgullo, el reconocimiento que uno es sólo creación de Dios, no un dios. Dios tiene que entrar y habitar en sus hogares, porque Jesucristo es la paz y vino a romper los muros que nos dividen. Busquemos la paz en nuestros hogares para que Jesús este siempre presente.
Es necesario que tu pongas una gran medida de comprensión. Si tus papas, hermanos o amigos te fallan, Jesús dice que perdones setenta veces siete. Reconcíliate lo mas pronto que sea posible; no seas rencoroso, mata el resentimiento antes de que se convierta en rencor y odio.
Joven, ¿cómo está tu alma, tu familia? ¿Vives contigo mismo y con tu gente en paz o lo contrarío, en la violencia? La violencia, maltrato, gritos y divisiones en los hogares son muros que separan a la familia. Pero Cristo es la paz, el camino, la verdad y la vida. Joven, lleva la paz a tu casa convirtiéndote en un muchacho o muchacha de oración. Sí en tu casa hay problemas, llénate del Señor, haz oración profunda, lee la Palabra, únete a un grupo juvenil y participa en los sacramentos, confesando y comulgando. Tú puedes ser el elemento de cambio y contrarrestar la violencia con la paz. Convierte la oración en un hábito, así como leer la Biblia y bendecir los alimentos. También es importante el dialogo y la comunicación, porque es lindo cuando la familia asiste unida a misa, sale junta a pasear y tiene juegos en común en casa. Tienen una obligación moral haciendo todo lo que puedan para que el Señor reine en la casa. Muchachos, contribuyan para que en su casa reine realmente el amor y la paz, porque créanme, así se vive mas a gusto.
Muchachos y muchachas, ¡quién como Dios, quien más grande que el Señor! Aparta de ti el pecado de la soberbia que descontrola tu ser, causa que tus instintos estén por encima de la razón y que las emociones te dañen, apareciendo sentimientos de crueldad engendrados por el odio.
Conviértete en un muchacho o muchacha de paz, no cierres nunca tu puño para agredir ni levantes la voz para insultar. Vive en Cristo que es el Dios Hombre de la paz y con El serás... ¡INVENCIBLE!