"Música de muerto"... Esa expresión la escuché por primera vez en un pueblo de los alrededores de Chitré, para una Semana Santa del siglo pasado. Allí me enteré que a melodías tan alegres y magistralmente orquestadas como la Polonesa de Chopin y el famoso réquiem de Mozart el canto del cisne, las consideraban música de muerto. Este concepto sobre la música clásica, lo he percibido en casi todos los pueblos y ciudades de nuestro país.
Entendidos y educadores manifiestan que la educación que recibimos dentro y fuera de nuestros hogares tiene poco contenido musical. Todos sabemos que para la lectura y la música se necesita crear hábitos afines y esos preceptos no se destacan en las materias educativas que reciben nuestros hijos. La situación es tan grave que muchas personas adultas cuando no pueden dormir, abren cualquier libro viejo y antes de leer los primeros 20 octosílabos quedan flácidos y roncando bajo el sueño más profundo de sus vidas, lo mismo ocurre cuando por alguna circunstancia se ven obligados a escuchar música clásica.
Cuando la radio era el único medio de comunicación que llegaba a las masas y a todo el territorio nacional en panamá, el 95% de la población tenía la oportunidad de escuchar música clásica, pero era porque se declaraba día de duelo nacional por la muerte de un presidente de la República o por casos como el nueve de enero o los días de guardar en la semana mayor. Quizás de allí viene el mote de música de muerto para admirables sinfonías o a sonatas para piano de renombrados compositores que han llegado a alcanzar cumbres del arte musical.
La culpa de la grandísima pena que pasamos con nuestra "cultura", no la tiene el gobierno de Martín, en lo absoluto, porque este mandato que gracias a Dios se va pronto, lo hace destejado y con la cultura más abajo de las cutarras. Esperamos que los próximos gobernantes entiendan que esta tierra es un tesoro sagrado y que no finquen sus objetivos en la riqueza cueste lo que cueste, porque el desespero por llegar a ello, les exigirá los más aberrantes comportamientos con un pueblo lleno de pedigüeños, que confunde la música clásica con la de los muertos.