Continuamos en el ambiente gozoso de resurrección en este tercer domingo de pascua, el cual nos brinda una riqueza espiritual a través de sus textos. El núcleo del mensaje de este tercer domingo pascual lo encontramos en el evangelio. Las profecías debían cumplirse. Gracias a la muerte de Jesús y a su resurrección tenemos el perdón de los pecados.
Dios ha cumplido su plan de salvación.
El evangelio nos presenta la aparición que hace Jesús a los discípulos. Es curioso ver que al inicio del texto los discípulos pensaban que era un fantasma cuando Jesús se presentó en medio de ellos; además de generarles miedo, estaban escépticos. Se encontraban totalmente desconcertados.
La duda los invadió, pues el Maestro había muerto. Estas escenas que nos muestra Lucas nos dan a entender que la resurrección no fue inmediatamente comprendida, sino que fue un proceso progresivo, lento y largo. Poco a poco el miedo se iba perdiendo y los discípulos se hacían conscientes de "vivir en Cristo", es decir, de sentir la experiencia de la resurrección.
A medida que maduraban en su fe, los discípulos iban captando el sentido de las Escrituras y todo cuanto se refería al Cristo. Con el transcurrir del tiempo, los horizontes se ampliaban y Jesús se hacía presente en medio de ellos y de la comunidad.
Por otra parte, predicar el perdón y la conversión de los pecados no es tarea sólo del sacerdote, sino de todos los cristianos, como nos lo recuerda el documento de Aparecida; todos debemos sentirnos discípulos y misioneros. Todo cristiano debe anunciar con sus palabras y sus obras que Dios nos ha perdonado en Cristo.