Amenos de diez minutos del corregimiento de Cañazas, en el distrito del mismo nombre, provincia de Veraguas, se encuentra la comunidad de Quebrada Rica. Y aunque este sea un Distrito catalogado como uno de los de mayor pobreza en el país, lo cierto es que cuenta con atractivos turísticos ecológicos ambientales que todavía no son explotados por sus moradores.
En temporada lluviosa, he tenido la oportunidad de ver un sinnúmero de aves de colores y mariposas que alzan vuelo a cada paso que das por sus carreteras, caminos y senderos. Pero, lo que más me llamó la atención en mi reciente visita a Quebrada Rica, donde la gente es sumamente generosa y hospitalaria, fueron los Chacareros, como se le conoce en el país a las oropéndolas.
En otras áreas, había observado los vistosos nidos colgantes de estas aves, pero fue en esta comunidad que, en un árbol no muy alto ubicado en el patio de una familia muy gentil, pude observarlas y fotografiarlas a mis anchas en los precisos momentos en que unas tejían sus nidos y otras alimentaban a sus crías.
Es sabido que, al inicio del mes de abril, estas aves inician su ciclo de reproducción, pero, como existe una gran variedad de oropéndolas, investigue que la de Quebrada Rica es conocida como Oropéndola de Cresta (Psarocolius decumanus) y su hábitat se extiende de Panamá hasta Brasil.
En otras oportunidades y en otros lugares como en Gamboa, traté de tomar fotos a estas aves y no lo conseguí por la altura de los árboles y su cercanía al lago, pero en Quebrada Rica pude pasar todo el tiempo observando su comportamiento. Pude verlas llegar con frutas e insectos en el pico y hasta pude distinguir que entre los insectos se encontraban totorrones, característicos de esta época del año.
No sé que entidad sería la encargada de orientar a los moradores del lugar, pues todavía siguen con la ancestral práctica de quemar los montes, para que puedan combinar la economía tradicional con la economía ambiental, y de esa forma se evitaría que derribaran los árboles que proporcionan alimento a estas y otras aves. En dado caso podría ser la ANAM en conjunto con el IPAT.
Lo cierto es que no existen palabras para describir lo que se siente cuando se ve de tan cerca a estas criaturas de Dios tejer sus nidos, escuchar el llamado de sus polluelos que asemejan al llanto de un bebé, o verlas surcar los aires con sus colas expandidas cual abanico amarillo con dos plumas negras en el medio.