Por alguna morbosa y torcida razón, algunas personas parecen despreciar y hasta temerle a algún miembro de su familia que tuvo la desgracia de haber nacido con alguna discapacidad o que sufren de alguna enfermedad.
Es un tema que hemos visto en la ficción y en la realidad; como en los hijos que rechazan y abandonan en un asilo a sus padres ancianos con problemas de Alzheimer, Parkinson y todas esas otras condiciones que suelen desarrollarse a edades avanzadas.
También están los niños que nacen con malformaciones de nacimiento, o con síndrome de down o retraso mental. Por desgracia, no todos son bien recibidos en este mundo por sus progenitores. Algunos los esconden de la sociedad por temor a lo que digan los demás; los encierran en cuartos oscuros, y reprochan en silencio o en voz alta su existencia.
El verdadero amor de familia es incondicional. Se da porque viene del corazón, sin mentiras ni falsas apariencias. Cualquier hijo que tengamos, incluso los que no han sido agraciados con una salud perfecta, son carne de nuestra carne, sangre de nuestra sangre.
Cualquiera que rechace a sus hijos discapacitados por esa misma condición, es incapaz de querer incondicionalmente. De hecho, ni siquiera podría querer realmente a sus otros hijos que le salieron "normales". ¿La razón? Este amor está condicionado a poder sacar de sus críos algo a cambio por haberlos traído al mundo. Aparta al hijo enfermo porque le trae ningún beneficio; lo considera una "carga". Lo sanos sí podrían serles "útiles".
La palabra "carga" también se usa en los casos en que son los hijos quienes apartan a sus progenitores. Un padre o madre anciano necesitan de mucho cuidado y amor, pero muchos hijos que ya son hombres hechos y derechos aparentemente no tienen tiempo de atenderlos; ni siquiera con alguna enfermera contratada.
Hay personas enfermas que por las características de su padecimiento, sí necesitan estar internados en centros de salud especializados. Pero esto no significa que hay que dejarlos ahí tirados y olvidarse de ellos. Hay que visitarlos regularmente, conversar con ellos y mostrarles nuestro amor de padres o hijos.