MENSAJE
Gritos en la noche, revólver en mano
- Hermano Pablo,
- Costa Mesa, California
Estoy en el más infame
de los negocios, y no puedo salir de él.
Quien así hablaba era un hombre bien parecido, de unos cuarenta
años de edad. Vestía saco y pantalones deportivos. Su camisa
de 50 dólares, sus anillos y sus zapatos eran índice de su
buena posición económica.
Sin embargo, el hombre hablaba con mortal angustia, reprimiendo a duras
penas las lágrimas.
-Doy gracias en la noche -continuó-, y tengo el revólver
a la mano. No sé por qué no me he pegado un tiro todavía.
-¿En qué negocio anda usted?- le preguntó el pastor
Dean Ericson al hombre que había venido a consultarle.
Horrorizado de sus mismas palabras, el hombre, quen o quiso dar su identidad,
respondió:
-En la pornografía infantil. Me pagan 500 dólares por cada
niño o niña queconsigo para filmar películas obscenas.
Esto courrió hace poco en la oficina pastoral de un conocido pastor.
El hombre acudió a él desesperado. No podía soportar
más la carga de su vida. Tenía mucho dinero, vestía
ropa de primera, manejaba un auto de 40 mil dólares. Pero la conciencia
lo torturaba y daba gritos en la noche. Quería matarse, pero no podía
reunir el valor necesario para hacerlo.
Buscó consejo pastoral. Deseaba arrepentirse y cambiar de vida.
Quería ser otro hombre, dedicarse a otra actividad. Pero estaba preso
en las redes del pecado y de la mafia. Y le era imposible. Al menos eso
fue lo que dijo cuando salió de la oficina con los hombres caídos
y una expresión mortal en el rostro.
El pecado tiene una característica terrible: va envolviendo a
sus víctimas con hilos de seda, como la araña a la mosca.
Al principio parece fácil romper esos hilos y escapar. Pero con el
tiempo los hilos de seda se hacen cables de acero. Y ya no hay escape para
nadie.
Sin embargo, la gracia de Dios y el poder de Cristo son fuerzas maravillosas
para liberar a cualquier hombre o mujer cautivos en las redes mortales.
Pero para que esa liberación sea efectiva, la víctima tiene
que reaccionar a tiempo, y tiene que arrojarse en los brazos de Cristo sin
ninguna demora.
Cristo salva a todos, pero cada uno tiene que entregarse por entero a
El.


|