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En una de sus prédicas de Semana Santa, Monseñor José Dimas Cedeño pidió a los panameños dejar a un lado la “superchería” (Crítica Libre, 18 de abril de 2003). Aunque rima con “brujería”, “superchería” significa “engaño, dolo, fraude”. Es la “viveza criolla” o el “juega vivo” llevado al extremo.
Los avivatos abundan aquí y como si no fuera suficiente con los que ya tenemos, de afuera nos llegan refuerzos especializados en picardías y chanchullos. La efectividad que los controles migratorios no demuestran para prevenir el ingreso de ese elemento, la tienen los delincuentes infiltrados en el aeropuerto para identificar a sus presas, que luego asaltan en la carretera.
El más reciente incidente de este tipo ocurrió el martes pasado, en la vía Transístmica, a la altura de Buena Vista, Colón (La Prensa, 17 de abril).
¿Cuándo entenderán las autoridades que sin seguridad no es posible el desarrollo?
Mientras nuestros gobernantes se deciden a actuar, del exterior seguimos recibiendo ejemplos de bellaquerías y ruindades, como la del impostor italiano que se hizo pasar por cura (El Siglo, 15 de abril).
Claudio Goglio, dice la noticia, fue encarcelado por un año. Goglio dijo misas y administró extremaunciones, bautizó y hasta bendijo matrimonios felices “sin la más mínima autoridad. El hombre, que trabajó como sacerdote cristiano durante seis meses sin que nadie notara la mentira, fue condenado en Olbia, Italia, luego de comprobarse que utilizaba las limosnas para su propio provecho.”
¡Vaya superchería! |
