En menos de un mes, los precandidatos a la Presidencia de la República por el Partido Panameñista sostendrán el primero de lo que debe ser una serie de debates televisivos protagonizados por aspirantes a la silla presidencial.
Al final de todos estos debates, el pueblo espera que cada uno de los candidatos y precandidatos haya haber puesto sobre la mesa sus propuestas y promesas, y haberlas sustentado con argumentos creíbles; no solo porque han hecho muchas, sino porque algunas suenan a pura fantasía.
El contenido de algunas promesas lanzadas por estos candidatos resulta tan inverosímil que uno no sabe si reír por lo increíble, o llorar por pensar que seguramente se trata de comentarios lanzados para aprovechar una coyuntura política en particular; no verdaderos planes de gobierno.
Las promesas van desde aumentos de penas, "arreglar" el sistema de justicia, "eliminar" el crimen, nacionalizar los corredores y empresas estatales que fueron privatizadas, descentralizar el poder gubernamental, y muchas otras que los candidatos escupen prácticamente a diario, en cada recorrido por comunidades de la capital y el interior del país.
Dada la maraña de compromisos económicos y políticos en los que estos candidatos se envuelven en sus intentos por alcanzar el poder, resulta más fácil decir que hacer cosas como las prometidas.
Es por eso que el país entero tiene la expectativa de que los debates se conviertan en una tribuna en la que en realidad se cuestione a los candidatos en torno a sus propuestas, y no se desdibuje en lo que hasta ahora han sido los intercambios entre aspirantes: una serie de descalificaciones e insultos que nada sirven para el país.