Hay un absoluto imperativo que por el momento a duras pruebas puedo comprender su fondo; lo cierto es que las dos y únicas altas categorías jerárquicas en el país, gobierno y empresa privada, se han concadenado, buscando el punto congruente de proyecciones y voluntades, tendientes a resolver, en alguna medida, la situación desesperada que se produce en las masas de humildes al no tener un trabajo seguro y digno.
El propósito clave es encontrarles respuestas a un grueso número de panameños que a la fecha están huérfanos de la mesada que traerá seguramente una baja en la balanza del desempleo en nuestra nación y rápido paliativo a los apremiantes problemas que golpean sin piedad a todos los que no gozan de una labor resolutoria, aunque sea de tipo transitorio.
El trabajo es un derecho consignado en las cartas universales, avalado por el Creador cuando se dispuso a concretizar todo cuanto existe en período de seis días y descansar el domingo. Somos conscientes, no queremos nada regalado, sabemos que para tener algo tenemos que inclinar el lomo, comprendiendo a la perfección que con él podremos cumplir con las necesidades fundamentales: alimentación, vivienda, vestido, salud y educación, que ensalzan todo hogar. Sabemos que las obscuras diferencias entre los que tienen mucho y los que nada tienen se han profundizado demasiado y es evidente que lo negativo no puede llevarnos jamás al paraíso que los humanos tenemos pendientes en la vida. Se busca reactivar la economía con urgencia notoria en el desarrollo de obra de mano intensiva con el concurso de 170 funcionarios y empresarios panameños bien intencionados.
No creo que alcance para cubrir las necesidades a nivel nacional, pero hay que empezar con algo y pronto, existe el real estímulo en estos instantes que nos aprestamos con prisa a aprovechar. Pensé por un minuto que el plan de los 20 iba a arremeter de inmediato con la velocidad impetuosa del huracán; me he orientado con firmeza, buscando los rigurosos puntos cardinales y a la fecha aún no encuentro el lugar de convergencia de los esfuerzos. El hambre oprime y diezma, ella no comprende lo que significa la palabra esperar, lo que me ofrecen que me lo den en vida, mañana tal vez sea tarde.
No esperemos el sortilegio de la gallina de los huevos de oro, pero sí, muchos podrán acariciar un trabajo que tanto se necesita en estos instantes convulsos, preñados de dificultades inconmensurables. A los mentores del plan los felicito, confesándoles muy quedo al oído; procedan pronto, las urgencias no tienen capacidad de comprensión, son: desmañadas, ciegas y sordas. ¡Ah palabras!, ustedes son el evangelio de la verdad, la consagración en la mística, basada en la fe, como máxima expresión; abre el rayo de esperanzas que motiva todas las visiones. Soy presa de las ilusiones que anidan en la mente de todo emprendedor, pensando que con este plan, muchos niños que duermen abrigados por el dolor, amanecerán con la panacea que resuelva la fatiga del día anterior. |