"...El sabio, aún cuando calla, dice más que el necio cuando habla...".
El sujeto - un panameño cualquiera - al igual que este columnista, nos encontramos metidos 'hasta la zapatilla' en uno de esos tranques "madre2 (aunque ya todos los tranques son de 'madre", cualquier día calle o avenida). El hombre viéndose imposibilitado para avanzar, ni pa'lante ni pa' atrás, frustrado, levantó los brazos al tiempo que exclamaba: ¡Odio este país! Y aunque yo no comparto su odio, lo comprendo, y es por esta razón que reflexiono de la siguiente manera:
Se odia este país por el alto grado de burocracia oficial que se tiene que soportar al iniciar, sin garantía de concluir, un trámite, cualquier trámite.
Se odia este país porque el hampa se ha adueñado de nuestras calles, sin que ninguna autoridad, competente y correspondiente, se atreva a ponerle freno.
Este país es odiado por la corrupción institucionalizada, donde en todos los niveles las coimas, los sobornos y el "juega vivo" son el plato fuerte de cada día.
La falta de respuesta -soluciones- al insostenible incremento en los costos de la canasta básica familiar, acentúa el odio que se tiene al país.
La pseudo democracia, que incluye el narcotráfico, la narcomafia, el lavado de dinero y toda la secuela de violaciones, de homicidios, asesinatos y crímenes que ello conlleva, son elementos que suben el nivel del odio hacia este país.
Finalmente, el mayor y más sentido de los odios, es el que nace al ver que nuestros gobernantes - Ejecutivo, Legislativo y Judicial - no transmiten ni frío ni calor ante los gravísimos problemas sociales que vivimos los panameños, donde los cierres de calle son "el pan nuestro de cada día" debido a la manifiesta incapacidad del gobierno de enfrentar sus responsabilidades sociales. Pero como en los buenos tiempos del ex presidente Royo, cuando el PRD dice que hace calor, en porque nos estamos congelando, y viceversa.
Pero a pesar de todo ese odio, también se le quiere a este país, porque aquí todo es posible y permitido, así que... olvidémonos de nuestras penas y, ¡a gozar, qué carajo!
¡Au Revoir!