Una jugada mal cantada por el árbitro Franz Wever Jr., y la expulsión del receptor santeño Carlos "Trompito" Muñoz, fue la gota que derramó el vaso de agua para que se formara el pandemonio en el Estadio Olmedo Solé de Las Tablas.
Allí se realizó el primer juego de la final de la Liga Central entre Chiriquí y Los Santos, que lamentablemente no tuvo un final feliz.
En el transcurso del sexto episodio, una aparente agresión verbal de "Trompito" hacia el árbitro propició la decisión arbitral, pero fue el dictamen de Wever, según la fanaticada, la causa para que todos los santeños se molestaran con él. Sabían que uno de sus mejores jugadores se iba a perder por lo menos dos partidos de la serie.
La afición empezó a arrojar latas y toda clase de objetos contundentes al terreno de juego, por la ira que les ocasionó Wever.
La Policía Nacional tuvo que realizar varias maniobras para poder sacar del estadio al señor Wever, mejor conocido por la fanaticada como "el hijo de papa".
Terminado el partido, los fanáticos no se movieron del estadio, por espacio de una hora y media, esperando que el árbitro Franz Wever saliera con la aparente intención de lincharlo, ya que los fanáticos cuestionaron duramente el arbitraje que se dio en el partido.
Sergio Iván Díaz, presidente de la liga santeña, fue enfático en señalar que "hay que respetar a la fanaticada. "Trompito" no afectó la dignidad del árbitro, se cometió un error en el arbitraje y por ello la fanaticada se molestó".