Las "viejas casas" de inicio de la República o quizás de mucho antes de la creación de Panamá, cuando formábamos parte de Colombia, aún en Aguadulce resisten no solo el implacable transcurso de los años que caen borrando estampas de ese Panamá de ayer, de ese Aguadulce provinciano, sino la natural y muy personal tendencia de las nuevas generaciones de progresar e innovar urbanísticamente, fracturando inmutablemente el hilo de ese pasado de glorias y prestancias.
En esta ciudad como en otros de los principales centros urbanos del país, se aprecia tangiblemente residencias o edificios de inconfundible estructura arquitectónica, edificados entre los siglos XIX e inicios del XX, que atrae por curiosidad a cualquier visitante, que desee conocer de cerca la historia y costumbres de los pueblos interioranos.
Antaño, las haciendas y casas reflejaban el status tanto económico, social e influyente de connotadas figuras públicas o privadas de las sociedades pueblerinas de ese entonces.
Enclavadas en las plazas céntricas o en su entorno, estaban las residencias de las familias más prestantes, de cultivada ética y moral cristiana que por lo dogmática de su práctica se cobijó en el comportamiento hacia lo público o lo político.
Actualmente los visitantes que lleguen a Aguadulce o a Pocrí pueden observar algunas de las casas que fueron testigos mudos de muchos acontecimientos tanto familiares y comunitarios de ese entonces y también de este presente nacional encendido y cambiante.
Hacemos mención por ejemplo en Pocrí de la casa de Don Félix Pascual en cuya inscripción en una placa exterior inserta en la pared, señala que fue edificada en 1899.
En otro lado de la plaza de este pueblo, está la de Pedro Barragán Melo también distinguida por su diseño no ostentoso, pero si firme y testimonial.
En la Plaza de la ciudad de Aguadulce, cabecera del distrito, deleitamos nuestros ojos y alimentamos la imaginación con la residencia ahora dedicada a espacios para el comercio, de Don Benjamín Sierra construida en 1898 y con mantenimiento físico por su descendencia familiar.
Hacia la parte trasera están otras "viejas casonas" de porte señorial pero trajinadas por cierto descuido, como la del extinto ciudadano Don Eduardo Pedreschi ubicada en la calle 23 de febrero que fue comprada para albergar el Centro de Bellas Artes del INAC, pendiente de una remodelación total.
Otras edificaciones han sido derrotadas ya sea por el deterioro, o la indiferencia, o han sufrido transformaciones sustanciales que no permiten reconocer su originalidad.
No obstante, sus cimientos e incluso las paredes altas de lo que otrora fueron, persisten los avatares de temblores, lluvias, vientos y desgaste.
Pero en todo caso, se espera seguir observando con admiración y curiosidad cómo eran estas residencias o edificios de principios de la república, que evocan ese pasado.
También son expresiones para que los turistas palpen un trazo del Panamá profundo y pintoresco.
Para nuestros hijos y futuras generaciones, es una forma de docencia y siembra de amor por lo nuestro, una permanente vigilia y recordación de la identidad como nación, pequeña geográficamente, pero inmensa en ricas tradiciones o manifestaciones materiales que como estas mudas casas que hablan con solo su presencia, son motivo de orgullo nacional, y por supuesto de los aguadulceños.