¿Cuántos refugiados colombianos hay, dispersos, en las selvas del Darién? Me dicen que unos 800, pero la cifra exacta es sin duda muy difícil de establecer en este vasto territorio de 16 mil kilómetros cuadrados.
Los refugiados, casi todos de origen campesino y provenientes del Chocó, comenzaron a llegar desde el año 1996, cuando la violencia política encendió toda la región de la frontera. Son refugiados de segunda clase, provisionales, sin derecho a moverse del sitio en el que están.
Incluso, hubo en el pasado algún incidente cuyo recuerdo hace correr un escalofrío en la memoria de estos refugiados: 109 de ellos, entre los que había 64 niños, que se hallaban en el pueblo de Punusa, fueron devueltos a Colombia el 21 de abril de 2003.
En todas las aldeas que visité era notable la integración de los colombianos con la población local y, según todos los testimonios que escuché, nunca ha habido hostilidad hacia aquéllos de parte de ésta.
En el Darién sólo los indios -kunas y emberás- constituyen una entidad étnica separada: sus cabañas cónicas, sus tatuajes y las bellas telas pintadas con que se cubren ponen unas notas de color en un paisaje donde el ocre de los ríos contrasta con todos los matices del verde de los árboles. Pero, contrariamente a lo que dicen algunas guías, los kunas y emberás no son los más antiguos pobladores de la región, pues migraron de Colombia hacia el Darién sólo en el siglo XIX.
En verdad, los vecinos más antiguos son los negros, descendientes de los esclavos cimarrones llegados en tiempos de la Conquista y que escaparon de sus dueños a estos bosques en pos de la libertad.
Impresiona la precaria vida que llevan los pobladores del Darién -una vida de mera subsistencia en la mayoría de los casos- con la deslumbrante naturaleza que los rodea.