Los habitantes de esta acogedora población, antaño surtida de agua clara y transparente que corría por arroyos y quebradas, descendiendo desde el Cerro Trinidad hasta las verdes llanuras del río Caimito, atravesamos ahora por una escasez aguda del vital líquido.
Entre las razones de esta falta de agua, cada vez más acentuada y prolongada, se señala el aumento de los consumidores debido al poblamiento de nuevas tierras, el IDAAN informó que dejó de comprar agua a la Autoridad del Canal, y la planta de laguna alta con su red de distribución está a prueba, preguntamos nosotros ¿hasta cuándo?
Los entendidos en la materia también le achacan el mal a la contaminación del río Caimito, el cual produce cada día menos agua de calidad, mientras el municipio sigue enajenando tierras en la ribera, y la propia población arroja basura y se baña sin control a lo largo del cauce.
Se ha derramado demagogia a borbotones sobre la posibilidad de conservar limpio este hermoso río, y las consecuencias de tanta improvisación comienzan a sentirse sin distinciones.
Lo que no entiendo a veces es, por qué una institución de servicio público tan vital, no cuenta con un plan de contingencia inmediato para resolver problemas técnicos surgidos de repente y que afectan a miles de consumidores.
Si en las partes bajas que sufren ocasionalmente este desabastecimiento, es algo incómodo, peor aún resulta en los puntos altos, donde abastecerse de agua potable es un verdadero vía crucis.