El Washington Post, publicó días atrás declaraciones de la secretaria de Estado de los Estados Unidos, Condoleezza Rice, condenando el aparente surgimiento del populismo del tipo no deseable, en América Latina y la posibilidad de derivar peligrosamente la región, en demagogias sobre las diferencias de clases.
Hace ya varios años, cuando se realizó en Bogotá, Colombia, la segunda conferencia anual sobre desarrollo en América Latina y el Caribe, los especialistas advertían a los líderes regionales, que debían desmantelar las estructuras tradicionales del Estado, caracterizadas por el populismo y la corrupción.
El tema no es nuevo, pero, lo que pareciera ser novedoso, es un aparente giro de la estrategia diplomática del país norteño, que se trasluce en la entrevista dada por Condoleezza Rice, al afirmar que para los Estados Unidos, ya no se trata de si los gobiernos son de derecha o de izquierda, siempre y cuando sean democráticamente electos.
Cuando en las décadas de los 60 y 70, las librerías tenían en vitrina los estudios y análisis del populismo, sobre todo en Brasil y Argentina, sobresalía como una de las definiciones más aceptadas, la del sociólogo Francisco Weffort.
El sistema fue caracterizado como aquel que tiene una estructura institucional de tipo autoritario, de orientación política nacionalista, antiliberal y anti-oligárguica. De igual forma, tendría una inclinación económica nacionalista estatista, pero, con apoyo mayoritario de las clases populares.
Resulta muy difícil, no pensar que el mensaje de la jefe de la diplomacia norteamericana, está dirigido a la modalidad política que ha asumido el gobierno del presidente Hugo Chávez, en la hermana República de Venezuela.