El papa Benedicto XVI presidió en el Coliseo de Roma el Vía Crucis, en el que dijo que la única fuerza capaz de cambiar al mundo es el amor y que el hombre tiene necesidad de Dios, aunque no tenga la humildad de reconocerlo.
El Pontífice también manifestó que la Cruz es el símbolo de "lo nuevo", del amor sin límites de Dios y que la resurrección de Cristo representa el alba de la luz que permite ver de manera diferente la vida, las dificultades y los sufrimientos.
Benedicto XVI imploró a Dios para que las amarguras de los hombres sean iluminadas por la esperanza y aseguró que de la traición nace la amistad, del rechazo el perdón y del odio el amor.