CUARTILLAS
Fuerza
Por Milciades A. Ortíz Jr.
Era un colega profesor quien
apenas podía se escapaba de su sitio para irse a la entrada de la
universidad a fumar. Flaco, amarillento, era "buena gente" y no
se metía con nadie. Cada vez que podía le decía que
dejara el vicio, que podría sufrir de cáncer en los pulmones.
Con una sonrisa forzada me decía que estaba en eso; que fumaba
poco en comparación con otros y varias excusas más. A veces
no le decía nada porque sabía que no podría hacerlo
cambiar de actitud, que el vicio lo tenía "agarrado" fuertemente,
y no poseía lo que se llama "fuerza de voluntad" para dejarlo.
Para agradecer mis consejos, por lo general me regalaba una de las
pastillas de menta, que usaba para disimular el mal aliento luego de fumar.
Luego de unas vacaciones semestrales me enteré que lo habían
operado del pulmón, porque tenía la terrible enfermedad que
produce la nicotina. Estuvo incapacitado varios meses y luego lo ví,
callado, cabizbajo, sin la chispa de entusiasmo que antes tenía.
Volvieron las vacaciones, esta vez de verano, y al iniciar el nuevo año
me informan que había fallecido el amigo y colega.
Sentí su desaparición y a veces me parece verlo parado
a la entrada de la "U", consumiendo lentamente lo que lo llevó
a su tumba.
Cosa parecida ocurrió con un antiguo compañero del Instituto
Nacional y colega periodista, que fue incluso mi alumno. Muchos le decíamos
que dejara el vicio del humo, pero no hacía caso. Cuando apareció
el terrible mal no pudo soportarlo mucho tiempo.
Entonces desarrolló el deseo de terminar su tesis para alcanzar
el sueño de muchos años: ser Licenciado en Periodismo.
Ayudé lo más que puede, pero se quedó comenzando
el capítulo final.
La muerte fue implacable y se lo llevó sin ver realizado sus
sueños.
Todas esas personas y otras más, sabían que estaban dañando
su salud con el vicio del humo, lo mismo que ocurre con los tomadores.
No entran en razones y por lo general se disgustan cuando Ud. les dice
que "tienes un problema de bebida".
Alegan que "sólo tomo un poco para alegrarme; puedo controlar
el licor, no lo hago todos los días, estás exagerado",
y otras excusas por el estilo. No le extrañe que hasta lleguen a
alejarse de Ud., que tiene la mejor de las voluntades para preservarles
la vida.
Cuando comienzan a sufrir del hígado y el fantasma de una cirrosis
les quita el sueño, entonces no les extrañe que le echen la
culpa de todo a los demás, y no acepten su propia responsabilidad.
¿El vicioso es un adicto a un enfermo? Anteriormente se consideraba
al vicioso como una persona culpable de su estado, ya que nadie lo obliga
a consumir drogas (sean legales o ilegales). Ahora con enfoque dizque más
modernos, se acepta que el drogadicto es un enfermo...
Considero que puede ser un enfermo, pero que sufre un mal que él
mismo se provocó. O sea tiene una "enfermedad culpable",
ya que él es responsable de lo que le sucede y nadie más.
Es fácil y cómodo echarle la culpa del vicio a la falta
de padres, o a padres exigentes y represivos; a la sociedad injusta, la
pobreza, vivir en países del Tercer Mundo, o en los barrios populares
de las grandes ciudades deshumanizadas, al trabajo de los padres, y otras
razones más.
"¡Por qué yo no soy drogadicto si sufrí lo
mismo que Uds!", gritó un joven hace poco, a personas que se
rehabilitaban, cuando ellos se excusaban de su vicio echándole la
culpa a todo el mundo, menos a su debilidad, curiosidad, falta de autoestima,
deseos de molestar a los padres, ignorancia, etc.
Sobre falta de fuerza de voluntad recuerdo a mi tío Vicente
Lapadula, quien fumó por años tabacos nacionales muy fuertes.
Cuando el médico le dijo que se enfermaría, dejó el
vicio en el acto y vivió muchos años con salud. Era muy humilde,
pero tenía más fuerza de voluntad (o miedo de morir) que muchos
intelectuales viciosos.

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