EDITORIAL
Cristo ´99
En muchos sectores opinan
que si Cristo predicara para estos tiempos sería nuevamente sacrificado.
Los modernos fariseos y un pueblo indolente convenientemente agitado, se
encargarían de que volviera a repetirse el Vía Crucis.
El mundo de hoy no es distinto del de la Palestina de ayer, ocupada por
Roma Imperial. Las circunstancias semejantes llevarían al Mesías
al sacrificio ordenado por gobiernos corruptos.
El mundo de hoy está viviendo el Apocalipsis. El sitio de Armagedón
parecen ser los Balcanes donde un cruento bombardeo por tropas de la OTAN
castiga inmisericordemente al pueblo yugoslavo. Ese es el rostro de la guerra.
La peste, la muerte, y el hambre los otros jinetes del Apocalipsis cabalgan
también en el horizonte latinoamericano donde los pueblos no aprecian
el gesto del Redentor de la Humanidad, quien ofreció su sangre por
nuestra salvación.
Panamá no ha sido la excepción al estar flagelada por otros
fenómenos apocalípticos, siendo el más grave el de
la corrupción. Las sospechosas privatizaciones hechas por el gobierno
han sido un verdadero castigo para este pueblo que hace un lustro se fue
tras la quimera que le prometía "El puebo al Poder".
Si Cristo hubiera predicado en esta época, tendría que
combatir la demagogia política, las coimas y la chabacanería
que exaltan, con no disimulado apoyo algunas autoridades. Cristo tendría
que luchar con todas sus fuerzas contra la indolencia del Ministerio de
Salud y la propaganda engañosa del Ministerio de Educación
que aún a estas alturas mantiene en precarias condiciones a muchas
escuelas a las cuales le hacen falta nombramiento de docentes.
Cristo se opondría, porque es un regalo de su padre celestial,
a la privatización del agua. También a la creciente violencia
armada y a la falta de una enérgica represión contra los lavadores
de dinero y los narcotraficantes. Tenemos ojos, pero no vemos las señales
de los últimos tiempos. El placer morboso, el homosexualismo, los
alucinógenos, la degradación en algunos medios de comunicación,
la obscenidad y los espectáculos aberrantes están a la orden
del día y se suman a ello las iglesias y sectas no cristianas que
venden ilusiones y desvirtúan el mensaje auténtico de nuestro
Señor Jesucristo.


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