Católicos y cristianos de diferentes congregaciones y denominaciones en todo el mundo conmemoran hoy el sacrificio máximo que Jesús de Nazaret hizo para la salvación de la humanidad: su muerte en la cruz, hace 2010 años atrás.
Este acontecimiento y la posterior resurrección de Jesucristo, plasmado en la Biblia, libro sagrado del cristianismo, es el pilar fundamental de una fé que comparten unas 2,100 millones de personas en todos los continentes.
En Panamá y el mundo, multitudes asistirán a las ceremonias tradicionales vinculadas con la fecha, como la Procesión del silencio, el Vía Crucis y la Liturgia de Viernes Santo. Habrá dramatizaciones sobre la Pasión y Muerte de Jesucristo, y habrá algunos que llegarán al extremo de clavarse en cruces como forma de rendir homenaje a aquel carpintero de Nazaret, cuya vida partió la historia en dos.
Pero habría que preguntarse cuántos de nosotros entendemos el mensaje que Cristo nos dio en la cruz.
El servicio y el sacrificio por el prójimo es el principal mensaje que nos deja Jesús. Esto implica que la sociedad cristiana es una en la que el bienestar proviene de que cada integrante busca el beneficio, la protección y la ayuda para sus semejantes. En la medida que nos sirvamos los unos a los otros, en vez de servirnos a nuestros propios intereses y apetitos, nos perfeccionaremos como cristianos, y viviremos en una sociedad más justa y armónica.
Es este el mensaje que no podemos permitir que se pierda entre los rituales y tradiciones milenarias.