Antes que la posición social en la que uno nace, que la educación, que el nivel económico y que el entorno en el que uno crece, hay un elemento determinante en nuestro futuro; si nos convertimos en gente de bien o vagos inútiles.
Es ese impulso por avanzar y superarnos, que algo con que contamos o carecemos, independientemente del color, el género o la condición social.
Mucha gente hay desempleada por ahí. En algunas épocas más que otras. Pero algunos parece que siempre caen de pie luego de haber sido despedidos o haber renunciado, mientras que otros parece que se quedan estancados.
Muchos jóvenes dependen absolutamente de las palancas que les ofrecen otros para poder posicionarse en el mercado de trabajo. Pero cuando se vive de la palanca, cosas como la autosuperación, el estudio, la capacitación y las ganas de trabajar pasan a segundo plano.
Como no tienen que esforzarse para conseguir algo, sencillamente andan en piloto automático, trabajando a media máquina, sin ganas, y esperando solo el cheque de la quincena para luego irse a parrandear. Por lo general se quedan haciendo lo mismo por el resto de sus vidas, y cuando el jefe ya no aguanta sus vagancias, se sienta a esperar que un tío o un amigo lo ponga a vivir.
Por el otro lado, están los que estudiaron en la universidad, le agregaron a su título una maestría y se leyeron todas las secciones de clasificados de todos los periódicos para buscar un buen trabajo. Tal vez no consiguieron lo que pensaban era digno de ellos al principio, pero con perseverancia, aprendizaje, disciplina y dedicación, lograron escalar para convertirse en grandes profesionales. Nunca tuvieron una palanca, pero a pesar de todo se ubicaron en el mercado laboral y de ahí fueron subiendo.
En Panamá necesitamos más del segundo grupo. ¿Y por qué? Porque esos son los que hacen crecer al país. No hay que darle más vueltas a eso.
La pregunta ahora es: ¿En qué grupo se ubica usted?