VARIEDADES


¿Qué cuenta Márquez en su último libro?

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Ramón Canby
Crítico Literario

La más reciente publicación del laureado escritor Gabriel García Márquez, titulada "Vivir para contarla" es un retrato hablado de sus primeros años de vida, su adolescencia y sus más serias interrogantes acerca de ir por el trillado camino de la literatura, continuar su carrera de Derecho, o debatirse en el periodismo durante la difícil década de los cincuenta, cuando en Colombia, imperaba la lucha por el poder entre Liberales y Conservadores.

El libro, que a guisa de anecdotario nos recuerda que es una autobiografía descarnada, porque como señaló en una entrevista "ya era hora de contar mis cuitas, mis dichas y mis penas, sólo así, me ayudará a exorcizar los demonios que me atormentan como escritor" se compensa también con las dotes del eximio narrador y macabro humorismo que ha hecho de García Márquez único en su género, bautizado por los críticos como el apóstol del llamado realismo mágico, y del cual otros escritores se han servido en la sobremesa de su lirismo, como Mario Vargas Llosa e Isabel Allende.

Si bien es claro, García Márquez nos hace trampa, ya que no lo cuenta todo, dejándonos en espera de lo acontecido después del abrumador éxito de "Retrato de un náufrago", e indicativo de que tendremos que esperar la segunda parte (anunciada para el primer trimestre del 2004), y que seguramente en un alarde de fastuosa publicidad será anunciado como "el libro más esperado de la década". Lo que para muchos detractores, será visto como un ardid publicitario, por alguien que ha abandonado su consagración a las letras, para escribir comercialmente.

Como dato curioso, va destapando sin falsos pudores, su aversión a las incontables entrevistas que le han hecho durante años, quizás debido a su irrefrenable timidez, y como el reportaje es por antonomasia la cual prefiere, ante la novela y el cuento. De igual forma, su pasión por el género cinematográfico y la manía de ver todas las mañanas antes de sus abluciones, los periódicos de su país.

Pero independientemente al que dirán, hay que dar "al César lo que es del César", y García Márquez ha demostrado una vez más, sus inigualables dotes de relator, porque no se vale de los recursos literarios para atraparnos en la lectura, sino todo lo contrario, es sincero y procaz, tanto en las promociones que le hacen sus amigos y allegados sobre su talento en ciernes, como también de sus más recónditos temores y acechanzas, que ha de evocar en las señales que percibe en el cielo y el infierno de su comunidad y que con justificada razón lo obliga a decir "pueblo chico, infierno grande".

A medida que avanza la lectura, da las pistas de la semilla que germinará en su libro más leído y traducido "Cien Años de Soledad" (26 idiomas) y reconocemos la estación que cada vez que pasaba en tren, estaba herrumbrosa y abandonada con un letrero inclinado que rezaba "Macondo"; al amigo que le obsequia las memorias de un coronel de la guerra de los mil días y que sólo recuerda su apellido, el cual se adhiere a su mente como una lapa "Buendía" y la primera novela corta que dio el nacimiento a todo aquel marasmo "la Hojarasca".

Pese a ello, la narración se torna cíclica, cuando retoma una y otra vez las vicisitudes que como periodista arrostra, para hacia los últimos capítulos caer en burdas reflexiones que van languideciendo el relato hasta el punto de llegar a un final inacabado, que como señalé en un principio, irá mercadeando, para su canto del cisne.

 

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