Estamos tan acostumbrados a lo vulgar y chabacano que para la mayoría de la población es aceptable que sus hijos menores de edad aprendan lo malo, por ser común y socialmente aceptable.
Por los ojitos de los bebés entra la mayoría de la información que como un cincel en el mármol grabará con letras indelebles su personalidad y sobre todo pautará sus acciones futuras como individuo.
Las celebraciones de los carnavales abren un portal importante desde donde podemos presenciar todo lo malo que llega a su clímax en las fechas de ensalzamiento del llamado rey Momo.
¿Tengo que enumerar las barbaridades expuestas en los espectáculos de travestís, chiquillas, jóvenes y adultos que con desenfreno absoluto se encueran en público bajo la influencia del alcohol y las drogas?
Lo bueno del mal espectáculo es que como las heridas abiertas nos recuerdan el dolor y el color de la sangre, que tenemos que hacer algo.
Los carnavales del morbo, la suciedad moral y la porquería física dejan ver a la gente pensante que tenemos que cambiar nuestras actuaciones.
El país debe ser puesto en manos de la gente seria, de los estudiosos y de los científicos que pueden darnos una salida a la crisis actual.
La oportunidad de entregar el país a los cuerdos se acerca con la fecha de las próximas elecciones generales. No hay otra alternativa, porque la otra propuesta sería la guerra social y la destrucción del país. |