CUARTILLAS
Cuarenta

Milcíades A. Ortiz Jr

Debo aceptar que al aumentar mi actividad periodística y política en el Instituto Nacional, bajaron mis notas. Me eximí en todo en primero y segundo año, en casi todo, en tercero, pero ya en cuarto, quinto y sexto, tuve que hacer todos los exámenes. Siempre he pensado que ese era un precio que pagar, por querer mejores días para mi patria.

Había tres grupos bien definidos en mi generación. Unos se preocupaban por la "política". Se nos veía leyendo, hablando, discutiendo el futuro de la patria, la soberanía, contra la Policía. Otros compañeros eran los "fiesteros", que solamente deseaban que llegara el viernes para parrandear.

No era de extrañar que algunos de ellos llegaran en la mañana engomados, por el licor que tomaron la noche anterior. (Los tiempos no cambian; ¿verdad?). Y el tercer grupo eran los "indiferentes", quienes no se preocupaban para nada. A veces pienso que ni siquiera se sentían "aguiluchos". Aquí no era raro ver surgir noviazgos y las famosas parejitas del árbol de almendro, etc.

Lógicamente estaba en el grupo de los políticos y en las clases éramos expertos en iniciar discusiones. Recuerdo que hasta llegué a enredar reuniones, ubicando a dos o tres amigos en diferentes sitios de un salón. Así comenzábamos una discusión (ya preparada), y se causaban controversias, gritos, etc.

Leíamos mucho y aquí debo señalar que Amador Fraguela se merece un homenaje por estimularnos a leer "buenos libros". Tenía un grupo de lectores, quienes poníamos cinco reales para comprar un libro, que pasaba de mano en mano entre todos.

Estábamos al día en literatura y una vez nos dolió que el querido profesor de Literatura, no conociera el último libro del premio Nóbel literario del momento.

Pero no todas las materias nos gustaban. Cuarenta años después de graduarme, todavía me pregunto: ¿Para qué me sirvieron los estudios de Química, Manualidades, conocer la Hipotenusa y Logaritmos? Disgustados con la Química, quemamos los costosos libros apenas terminábamos el semestre, lo que no agradó a las autoridades del Nido de Aguilas.

Algunos profesores nos criticaban; querían botarnos y ponernos sanciones por salir a la calle a tirarle piedras a la Policía. Lo peor era que había ciertos compañeros estudiantes que los apoyaban. Sin embargo, otros profesores nos recomendaban cuidado y comprendían nuestros deseos de mejorar la patria panameña.

Uno de los lemas que gritaban era "morir por la patria es vivir". Y cuando se dio Cerro Tute varios de mi grupo casi vamos a la parada de chivas para irnos a Veraguas, "hacia las montañas", en una aventura sin planificación alguna, más romántica que guerrillera.

Mi generación vivió una época violenta en el Instituto y el país. Por eso algunos jóvenes aprendimos a hacer bombas de gasolina, barricadas, voltear autos y quemarlos, lanzar maíz a las patas de los caballos de la Policía para que resbalaran, pintar paredes con lemas revolucionarios, organizar marchas, etc.

Sufrimos también los embates de "sapos" de la Policía Secreta (que incluso llegó a pagar a informantes que eran compañeros nuestros). Algunos políticos se querían aprovechar de nuestro ardor patriótico, y llegaron a introducir armas en el Nido de Aguilas durante una huelga.

La mayoría de nuestros padres no estaban de acuerdo con lo que hacíamos. Mi madre, por ejemplo, sufría mucho cada vez que se enteraba que habían disturbios en el Instituto, porque sabía que yo estaría en "por la gloria institutora". Por querer una patria mejor, idealismo que debo confesar no he perdido del todo... a pesar de haber dejado el Instituto hace cuarenta años.

 

 

 

 

 



 

AYER GRAFICO
Laffit Pincay, el gran jinete panameño tras el récord de Willie Schumaker


CREO SER UN BUEN CIUDADANO
Sin embargo, presto poca atención a la salud del pueblo


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