Miércoles 17 de febrero de 1999

 








 

 


EDITORIAL
Despúes de las fiestas...

En la mañana de hoy, cuando un grupo de ciudadanos con la fatiga de los placeres mundanos, se aprestan al "entierro de la sardina", otra legión de penitentes se dirige en romería hacia la población de Atalaya para agradecer favores al Nazareno que se encuentra en la Basílica San Miguel Arcángel del distrito veragüense. También es hoy Miércoles de Ceniza o el Memento, homo de la Sagrada Liturgia. Una larga jornada de cuatro días de festejos que pasaron con más pena que gloria se proyecta en el ambiente. Los asistentes a la peregrinación de Atalaya tienen fija las peticiones al Santo Cristo y hay una especie de recogimiento al serle otorgado los favores que demandan los feligreses.

El saldo del carnaval no ha sido muy favorable por cuanto se derrochan verdaderas fortunas en carros alegóricos, disfraces, músicos y otras arandelas en violento contraste con el flagelo de la miseria que azota a Panamá y el mundo. Es cuestionable que se haga esta inversión en la fantasía cuando el país sufre de extrema pobreza y los bolsones de miseria están en el entorno.

Un claro ejemplo de la fastuosidad inmoderada del carnaval lo constituyen los carnavales de Azuero donde año tras año se celebra la fiesta del rey Momo con renovado esplendor. Sin embargo, poco o nada es lo que le queda a las poblaciones que son sede de esta fiesta popular. Si bien es cierto que se reactiva algo de la economía de esos lugares, vuelve a proyectarse el panorama del desempleo y la frustración de los habitantes de esas regiones que a parte de la sequía, tienen que afrontar estos problemas sociales.

El Miércoles de Ceniza debe ser para reflexionar que la feria de vanidades es pasajera. Una quimera fugaz. Pero los panameños que tomamos en serio el carnaval parece que nos olvidamos de los propósitos que deben animar estas fiestas viéndola como una atracción turística y no ruta para el desenfreno. La promoción que se hizo a través de distintos medios de comunicación debe ser regulada para que se transmitan imágenes de moral y decencia y no escenas aberrantes de borrachos, peleas y de homosexuales como fue la tónica de este carnaval del milenio. Se impone que las autoridades pertinentes sean más responsables la próxima vez para evitar la contaminación de las pantallas de televisión que salvo honrosas excepciones, se dedicaron a divulgar lo soez e inmoral.

Llamamos la atención a esta forma decadente y de mal gusto sobre las transmisiones de carnaval y nos solidarizamos con las fuerzas vivas de la Nación que piden a gritos cambios urgentes en los que organizan el carnaval.


 

 

 



 

AYER GRAFICO
Juan Antonio Guizado, un bombero que es ejemplo para la futura generación


CREO SER UN BUEN CIUDADANO
Creo ser buen ciudadano, pero abuso con los precios


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