EDITORIAL
Despúes de las fiestas...
En la mañana de hoy,
cuando un grupo de ciudadanos con la fatiga de los placeres mundanos, se
aprestan al "entierro de la sardina", otra legión de penitentes
se dirige en romería hacia la población de Atalaya para agradecer
favores al Nazareno que se encuentra en la Basílica San Miguel Arcángel
del distrito veragüense. También es hoy Miércoles de
Ceniza o el Memento, homo de la Sagrada Liturgia. Una larga jornada de cuatro
días de festejos que pasaron con más pena que gloria se proyecta
en el ambiente. Los asistentes a la peregrinación de Atalaya tienen
fija las peticiones al Santo Cristo y hay una especie de recogimiento al
serle otorgado los favores que demandan los feligreses.
El saldo del carnaval no ha sido muy favorable por cuanto se derrochan
verdaderas fortunas en carros alegóricos, disfraces, músicos
y otras arandelas en violento contraste con el flagelo de la miseria que
azota a Panamá y el mundo. Es cuestionable que se haga esta inversión
en la fantasía cuando el país sufre de extrema pobreza y los
bolsones de miseria están en el entorno.
Un claro ejemplo de la fastuosidad inmoderada del carnaval lo constituyen
los carnavales de Azuero donde año tras año se celebra la
fiesta del rey Momo con renovado esplendor. Sin embargo, poco o nada es
lo que le queda a las poblaciones que son sede de esta fiesta popular. Si
bien es cierto que se reactiva algo de la economía de esos lugares,
vuelve a proyectarse el panorama del desempleo y la frustración de
los habitantes de esas regiones que a parte de la sequía, tienen
que afrontar estos problemas sociales.
El Miércoles de Ceniza debe ser para reflexionar que la feria
de vanidades es pasajera. Una quimera fugaz. Pero los panameños que
tomamos en serio el carnaval parece que nos olvidamos de los propósitos
que deben animar estas fiestas viéndola como una atracción
turística y no ruta para el desenfreno. La promoción que se
hizo a través de distintos medios de comunicación debe ser
regulada para que se transmitan imágenes de moral y decencia y no
escenas aberrantes de borrachos, peleas y de homosexuales como fue la tónica
de este carnaval del milenio. Se impone que las autoridades pertinentes
sean más responsables la próxima vez para evitar la contaminación
de las pantallas de televisión que salvo honrosas excepciones, se
dedicaron a divulgar lo soez e inmoral.
Llamamos la atención a esta forma decadente y de mal gusto sobre
las transmisiones de carnaval y nos solidarizamos con las fuerzas vivas
de la Nación que piden a gritos cambios urgentes en los que organizan
el carnaval.
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