MENSAJE
Demasiado 
- Hermano Pablo,
- Costa Mesa, California
El calor era demasiado ese
medio día, como lo era también el tránsito en la autopista
de Los Ángeles, California. Jonás Grasso, con demasiado licor
en su cerebro, lanzaba su Pontiac modelo 91 a alta velocidad por la autopista.
Con tanto calor, tanto tránsito, tanta potencia y tantas copas se
produjo lo inevitable: un horrible accidente múltiple en que hubo
heridos y muertos.
Grasso, corriendo a 130 kilómetros por hora, chocó con
el auto frente al suyo. Otros automóviles que venían por la
misma pista no pudieron detenerse. Esto causó un choque en masa que
dejó como saldo doce vehículos horriblemente dañados,
varias personas heridas y cuatro muertas.
La palabra &laqno;demasiado» es la clave aquí: demasiado
calor, demasiado tránsito, demasiada potencia, demasiada velocidad,
demasiado alcohol. De estos cinco excesos, dos pudieron haberse evitado,
y con eso se habría evitado también el desastre que dejó
varios heridos y cuatro muertos. Estos eran: demasiada velocidad y demasiado
alcohol.
No hay nada que debiera hacerse en exceso. Los hechos en sí, dentro
de su medida natural, no ofrecen mayor problema. El pecado consiste en llevar
esos hechos más allá de su medida normal. Don Quijote se aficionó
en exceso a las historias de caballería, y &laqno;leyendo y leyendo»,
para citar al gran escritor Cervantes, &laqno;se le pasaban las noches de
blanco en blanco y los días de turbio en turbio. Y se le secó
el magín de tal manera que se volvió loco.»
El exceso de tristeza es malo, como también el exceso de alegría.
Así mismo lo es el de la pobreza, como también el de la riqueza.
Aun la religiosidad, cuando se da en exceso, se convierte en locura fanática.
Quizá fue el exceso de religiosidad lo que llevó a Sadam
Hussein a desatar la Guerra del Golfo, donde sufrió una catastrófica
derrota. Si tenía otros motivos, no lo sabemos. Lo que sí
se sabe es que invocó siempre el motivo religioso. Sobriedad y mesura
en todo es la fórmula ganadora.
El deseo de nuestro Creador es que todos tengamos equilibrio en todas
las cosas. Hay un Maestro que puede indicarnos cuál es la medida
correcta. Ese Maestro es Jesucristo. No hubo nadie en la historia humana
más armónico, más equilibrado, más sensato y
más mesurado que Cristo. Y está dispuesto a dar esas virtudes
a quienes se las pidamos.


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